José Antonio Álvarez Gundín
El coraje perdido de sus señorías
Lo cierto es que los escraches han logrado su verdadero propósito, que no era tanto doblarle el pulso al PP para que humillara la cerviz ante la dación en pago, como acogotar a la clase política con un mensaje muy explícito: sabemos dónde vives y de ti depende que tu familia pueda dormir sin sobresaltos de ahora en adelante. Todos los diputados, salvo los populares, decidieron el jueves que no merecía la pena arriesgar la paz de sus domicilios por un par de principios ideológicos. Me refiero, en concreto, a los parlamentarios de CiU, PNV, UPyD e, incluso, del PSOE. Todos ellos están en las antípodas del ideario antisistema de Ada Colau y a ninguno se le ocurriría imponer la dación en pago con efecto retroactivo allí donde gobierna, ni en Cataluña, ni en el País Vasco, ni en Andalucía.
De hecho, es notorio que el Gobierno del PSOE rechazó hasta en diez ocasiones la principal reivindicación de la PAH y no hay noticia de que Griñán les vaya a dar ese gusto a los comunistas con quienes gobierna. Pero el jueves, con pretextos inverosímiles y una retórica de damas de la caridad, corrieron a esconderse de la adusta vigilancia de Colau, no fuera que tomara nota de sus nombres y que cualquier tarde de estas apareciera ante la puerta de sus casas la enteca figura del inquisidor Jorge Verstrynge. Lo más deprimente de la sesión parlamentaria que aprobó la ley antidesahucio no fue la confortable soledad del PP, como sostuvo la izquierda, sino la hipocresía de una clase política pusilánime que actuó por miedo, no por convicción, y que disfrazó sus temores con almibaradas invocaciones humanitarias y reproches al duro corazón de la derecha. Más aún, sus señorías de la oposición perdieron la gran ocasión de reivindicar, ante la desencantada sociedad española, su dignidad como genuinos representantes de la voluntad popular en contra de quienes les niegan la legitimidad democrática y les escupen a la cara «No nos representas». Han preferido arrugarse en sus escaños con un pío, pío que yo no he sido. Causa escándalo que los padres de la patria no se hayan alzado contra los escraches con algo más que lamentos de beata; habría bastado con un gesto testimonial a la hora de votar la ley, sino haciéndolo a favor para no «contaminarse» de la «crueldad» del PP, al menos absteniéndose como acto de protesta contra quienes han pretendido coartar la libertad de numerosos parlamentarios. Tal vez el día que también escrachen a sus puertas, se lamentarán de la falta de coraje que demostraron este 18 de abril. Por lo pronto, el turno les llega ahora a los senadores. Verstrynge ya está salivando de impaciencia.
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