Martín Prieto
El «corrupsoe» de los años 80
Resulta intelectualmente dañino utilizar la Historia, o las hemerotecas, para navajear al adversario, pero es letal ignorar el pasado so pena de volver a repetirlo como astracanada. Los dichos, ciertos pero villanos, de «más eres tú» o «apártate que me tiznas, le dijo la sartén al cazo» no resuelven el problema de un pequeño segmento social que ha dado en la corrupción como escalera de progreso personal. El adanísmo maquiavélico o simplemente ignorante de una dialéctica política basada en la limpieza iniciática de cada amanecer impide, además, corregir los errores que se van acumulando como estratos.
La corrupción política es una placa tectónica sobre la que estamos posados desde 1.982 y que provoca seísmos a derecha e izquierda, sin distinción. Paradójicamente la Transición, a la que las izquierdas denostan y hacen befa, fue cualquier cosa menos corrupta y no se dieron casos escandalosos de enriquecimientos ilícitos, dándose la ocasión perfecta para ello dado el trasiego de dinero negro internacional para levantar de la nada partidos y sindicatos. Instalado Felipe González en La Moncloa me expatrié por años a América desentendiéndome de la política y entregándome al agradable espectáculo del desmantelamiento de las dictaduras militares en el Cono Sur. A mi regreso creí pisar otro planeta al ver encarcelado al Gobernador del Banco de España, el Mariano Rubio que firmaba la moneda, por mantener cuentas opacas al fisco.
No entendía que podía haber pasado puesto que Rubio era un viejo socialdemócrata, culto, rico, y con unos ahorros ocultos tirando a miserables.
Corrupsoe 2. Felipe y su ministro Carlos Solchaga citaron en Moncloa al Gobernador para someterle a un tercer grado del que dedujeron que les habíamentido, y el entonces presidente organizó una cacería llamativa de Rubio para contrarrestar lo que llamaba «opinión publicada» y luego «sindicato del crímen» que acuñó el término «Corrupsoe» para definir la situación declinante del socialismo.
González nunca fue indecente, como supondría Pedro Sánchez, ni se corrompió, aunque cometiera errores gravísimos como su entendimiento de la defensa del Estado en las cloacas y su errático tratamiento del terrorismo etarra. Tampoco el PSOE era un partido signado por la corrupción, pero a él se apuntaron arribistas aspirantes exitosos a medrar con dinero público.
Todo comenzó con el desdichado referéndum sobre la OTAN que el PSOE propuso en la oposición y negó desde el Gobierno. Para pagar esa campaña innecesaria el partido se entregó a extorsionar empresas públicas con informes inexistentes con el resultado de ser el único protagonista político condenado en sentencia por financiación ilegal. Tal como ahora a Rajoy se cumplió en Felipe la máxima de que lo que puede ir mal irá a peor, y toda la política gubernamental olió a podrido.
Por una permuta de edificios se tuvo que echar tierra sobre la Presidenta de la Cruz Roja, y resultó que la Directora del Boletín Oficial del Estado encarecía en beneficio propio el precio del papel. El Presidente socialista de Navarra, Gabriel Urralburu y su bellísima esposa, fueron condenados por limpiar las arcas forales, y ya el cómic rocambolesco de Luis Roldán, Director General de la Guardia Civil, superó los límites de lo imaginable, y no solo por el dinero apañado, que fue incontable. Lo peor es que Felipe estuvo a las doce menos cinco de hacerle ministro del Interior, en sustitución de José Barrionuevo, cesado como cortafuegos y luego condenado a prisión junto a su secretario de Estado, Rafael Vera. González parecía no conocer siquiera a los suyos y carecía de una buena oficina de recursos humanos. Finalmente el lúcido socialista valenciano, Antoni Asunción, asumió el cargo y tras contemplar el contenido de los cajones dedespacho, dimitió con la excusa de que Roldán había huido del país.
Corrupsoe 3. Estos y muchos otros sucesos de patio de monipodio ocurrieron ayer aunque parezcan pasto de una memoria selectiva. No es aconsejable mirar permanentemente por el retrovisor pero tampoco arrancarlo de la carrocería como se ha hecho desde el zapaterísmo. El PSOE se acogió a la derrota electoral de Almunia como aguamanil para quitarse la corrupción de las manos aduciendo que con ello ya pagaban un precio político, pero renunció a analizar las causas de tal mancha en la moralidad socialista. Aznar y el PP tuvieron el buen tino, al llegar al Gobierno de no desclasificar los papeles secretos que afectaban al PSOE, detalle que también ha sido olvidado.
Ya se sabe que si pierdes la memoria nadie te puede juzgar porque los delitos los comete el cerebro. A ello habría que sumar la guerra sucia, los asesinatos selectivos o caprichosos y el funesto empleo de fondos reservados para financiar policías portugueses, «barbouzes» de la OAS (Organización del Ejército Secreto) y sicarios de la mafia marsellesa. La corrupción se recortará cuando funcione de verdad y en tiempo real el tribunal de Cuentas, y cuando todos los partidos la acoten de común acuerdo. ¿El PSOE es intrínsecamente corrupto?: no. ¿Y el PP?: tampoco. Más lecturas y menos palabrería mitinera de política de arrabal.
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