Restringido

El corte de pelo

La Razón
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Quien más me ha sorprendido es Pilar Rahola. Uno entiende su cabreo, porque lleva mucho tiempo con la tesis de que Artur Mas es la reencarnación catalana de Moisés y les llevará a la tierra prometida, pero no imaginaba que saldría con semejante gansada.

Dada la hora –fue a las nueve de la noche cuando se metió en Twitter y escribió eso de «los agradecimientos por el no de la CUP hay que mandarlos al CNI»–, sólo se me ocurre que estaba preparando la cena.

Y en el fragor del batir de huevos para la «truita a les fines herbes», se equivocó de bote y cogió las yerbas que no eran. No se me ocurre otra explicación, porque Rahola es lista, tiene un par de carreras, ha viajado, publica en periódicos extranjeros y puede sobreponerse a la pasión. Prueba de ello es que en lugar de meter a la niña en un centro del Institut Municipal d’Educació, para sumergirla en lengua, historia, dibujo y gimnasia catalanas, la tiene en el más caro y prestigioso internado de Suiza, para que se forme de verdad.

Cuando has hecho una hagiografía del personaje y has ejercido de «groupie», no vas a cargar de la noche a la mañana contra tu líder, pero ni a Pilar se le oculta que su Rey Arturo ha ido reduciéndose, caricaturizándose y degradándose y que en ese proceso ha carbonizado a su tribu. Me voy a ahorrar los comentarios sobre los flequillos, pintas o indumentarias de la CUP, pero seguro que miles de catalanes y no sólo los asiduos al Liceo, al Conde Godó, al Palau de la Música y al palco del Barça, estarán preguntándose cómo han sido capaces de poner la región más próspera de España, la ciudad más cosmopolita, el tejido empresarial más boyante y la sociedad teóricamente más europea, en manos de unas decenas de antisistema, que les van a aligerar la cartera, amargar la vida y sacudir de lo lindo.

Se puede argumentar que la democracia es así, la gente vota como le da la gana y hay que asumir los inconvenientes, pero hasta las tonterías tienen un límite.

El pasado 20 de diciembre acudimos a las urnas 25.350.447 españoles y a la hora de la verdad, al menos a corto plazo, nuestro destino ha quedado en manos de media docena de barones del PSOE. No es que ilusione la perspectiva, pero no es lo mismo Susana Díaz que Anna Gabriel. Ni siquiera en el corte de pelo.