Alfonso Merlos
El desguace podemita
El mundo por montera. Son los reyes del pensamiento único, del intervencionismo, del estatalismo más carpetovetónico. Buscan poner patas arriba la sociedad y el Estado y, lo consigan o no, en ello están. Porque Carmena y sus cuates no se conforman con ser políticos: aspiran a ser jueces, periodistas, historiadores. Están en posesión de la «Verdad» absoluta y eso significa que disponen de patente de corso para reescribir la Historia.
Éste es el tema de fondo. Lo ha sido siempre en la izquierda extrema. Y lo viene siendo en gran medida en el PSOE, del zapaterismo a esta parte. Por eso son los socialistas los que no se limitan a dar aliento a los camisetas moradas de la Cibeles. Les exigen y presionan, les aprietan las clavijas para que se proceda al desguace de una parte del callejero capitalino ipso facto.
Lo que aparenta ser un ejercicio de ilustración corre el riesgo de serlo de ignorancia. Lo que se erige en una práctica sana para la reconciliación puede terminar levantando muros que desaparecieron. Porque para algo existió la Transición; por algo se reconoce como un momento para pasar página y mirar adelante: sin odios ni rencores, sin venganzas, sin ánimos tardíos y estrafalarios de saldar viejas cuentas, de reabrir escenarios en los que vuelen, siquiera metafóricamente, machetes y puñales.
No es ninguna barbaridad lo que van a ejecutar sí o sí los podemitas. Tampoco se puede calificar «sensu stricto» de estupidez. Pero contribuye poco a la concordia entre ciudadanos, a la serenidad en el pensamiento y el juicio de los vecinos de Madrid. En este nuevo e innecesario round entre españoles, son menos los que ganan que los que pierden. Como tantas veces.
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