Alfonso Ussía

El Día Guapo

La Razón
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El 15 de agosto es el día más guapo del verano. Toda España es fiesta. La Asunción. Día de la Virgen en las tierras y costas vascas, de Nuestra Señora en Cantabria, de La Paloma en Madrid. Norte y Sur. Hoy, a la caída de la luz, en el navío anclado de Santa María en la Parte Vieja de San Sebastián, el Obispo donostiarra –al fin, un obispo de San Sebastián que cree en Dios–, dará paso desde el altar mayor al Orfeón Donostiarra para que entone la Salve de Réfice, una maravillosa composición impulsada por la Reina María Cristina de Habsburgo, madre de Alfonso XIII. Muchas y queridas sombras en la memoria del templo abarrotado, y con la emoción enroscada en la garganta, el «Agur Jesusen Ama». No teman los donostiarras de bien, que no habrá representación de «Bildu», ni de «Sortu» ni del fiscal Calparsoro en la hora prodigiosa del milagro. Y en la noche, el «Festara» que el Orfeón dedica, ante el mar de los vascos que rompe en las rocas de Urgull, a los marinos, marineros y pescadores que en la mar se quedaron para siempre. En todas las ciudades, villas, aldeas y barrios de Cantabria, la Misa solemne de Nuestra Señora. Mi emoción en la de Ruiloba, con el recuerdo siempre presente de don José Antonio Zúñiga, el párroco invencible que al fin, se dejó llevar. El coro de Ruiloba y Comillas rompiéndose de fuerza y armonía en su habanera a la Estrella de los Mares, «cuyos reflejos, en mis ojos de niño resplandecieron». En la elevación el Himno de España, y en los entornos de la gran parroquia tolana, centenares de personas que no encontraron sitio en la iglesia siguiendo la misa desde las puertas del «Ocho», o en la plaza de la bolera. En Madrid, Julián, Don Hilarión, Casta y Susana vistiéndose de verbena, como si el tiempo se hubiera detenido. Julián, excesivamente celoso, un bastante tostón; don Hilarión, el pagafantas, y Casta y Susana a los suyo, liberándose de tópicos y pudores.

Cuando el Día de la Virgen nos alcanza, el pueblo llano de todos los rincones de España demuestra lo que cree desde las milenarias raíces cristianas que nos llevaron a los españoles a evolucionar. Hay otra España. La que celebra alegre y emocionada la jornada de su Virgen, y la que odia. La que se reúne en el arte, la emoción y la paz de las tradiciones, y la que, por un mero e incompresible sembrado de resentimientos, ama a los que amenazan y desprecian a los amenazados.

El Día de la Virgen, en San Sebastián, también recuerda, desde la tristeza individual y libre, a los huesos de los vascos y resto de españoles enterrados prematuramente por los asesinatos de la ETA, sus balas, sus coches-bomba, y sus salvajadas. Hoy, Día de la Virgen, mientras la mitad de España reza y recuerda, la otra mitad se adhiere a los que fueron asesinos para conseguir la definitiva destrucción de los que mueren, apoyando a los que matan. No se confundan. En esa amalgama incomprensible, también están dirigentes y muchos socialistas vascos mientras el Socialista Supremo se divierte en los chiringuitos de Almería.

Aquí y ahora les explico. El sol en lo alto, los prados enfrentándose de verdes con los de los bosques, la mar tranquila y amansada y los pueblos celebrando su fiesta. Danzan los Picayos y se juntan en los corros la buena gente que bebe y brinda con el vino de los días especiales. Se ama y se quiere lo que se ve, pero también la memoria tiene vista, y olfato y huellas. Y mentiría si no reconociera que este Día de la Virgen era en mi infancia donostiarra el más feliz del año porque diez hermanos, número que ha menguado recientemente, celebrábamos con el patrón el santo de nuestra madre. El patrón era mi padre, siempre situado a popa del Norte V navegando, junto a Agustín y «Loncha», sus marineros amigos, sobre la mar que rebota en la costa desde la bocana de Orio al Cabo Híguer de Fuenterrabía, siempre con San Sebastián de base natural. Hoy los recuerdo a todos. A mis padres, a Pedro, a José Luis, a Rosi, a María , tan presentes en la Salve monárquica del Orfeón. Yo acudiré con los míos al Barrio de la Iglesia, a oír la Misa grande y guapa del 15 de agosto, todavía con la imagen de la Virgen de los Remedios, la madre de Ruiloba, en su hogar de agosto antes de ser devuelta a su ermita, en la cuerda de Liandres, dominando los ocho barrios tolanos. Y hoy se siente la profunda autenticidad de España. Creyentes y no creyentes que respetan y quieren la fuerza de las tradiciones que de siglos vienen y van a resistir.

Fervor y fiesta. Que la fiesta sigue a la devoción y se mantiene hasta el nuevo día. Noche de amores y bailes. He leído algo divertido, aquí en mi periódico. Un tal Miguel Vila, de Podemos, que ha disfrutado de una doble página nos regala una revelación definitiva. «Jamás he tenido una novia de derechas». Pues no sabes lo que te has perdido, tío. Guapas, cultas, altas, limpias, bien vestidas y muy abrazadoras durante la noche que sigue al Día Grande. También están en mi recuerdo. El Día Guapo.