José Luis Alvite
El esfuerzo de perder
Hay en la actitud discutible de Mariano Rajoy algo que me parece justo reconocerle. Como proclamó hace unos días, es el suyo el caso de alguien que en la gobernación del país prefiere incumplir sus promesas electorales antes que faltar a su deber. Para ello ha echado mano del recurso desforestador del capataz agrícola, que en caso de incendio grave decide sacrificar con el hacha una parte del arbolado para que la propagación del fuego no acabe con todo el bosque. El presidente del Gobierno no ignora que su popularidad ha retrocedido de manera alarmante y sabe que, además de ser atacado por la oposición, es víctima también de quienes en el seno de su propio partido temen que al final de la legislatura la situación económica del país no haya mejorado y el PP se haya convertido en un partido regresivo con serios problemas de respaldo electoral. Estaríamos entonces ante un presidente que pensando en lo mejor para su país hizo todo aquello que sabía que podría costarle su ostracismo, es decir, habría actuado con la rectitud moral de alguien que para detener la ruina de la nación ha de tomar las decisiones que van a suponer su propio hundimiento personal. Desde su punto de vista no parece que pueda tener otra alternativa. Tal como él analiza su compromiso de gobierno, Rajoy se enfrenta al hecho de que ha llegado a La Moncloa para tomar aquellas decisiones que le privarán del poder. Es como si le dijese a los suyos: «Señores, esta es una de esas ocasiones en las que el ejercicio honesto del poder sólo nos ha de servir para regresar con dignidad a la oposición». Desconozco si Rajoy espera que le absuelva la Historia de aquello que no le haya perdonado la Prensa. A mí no me gusta lo que hace, pero reconozco su coraje para emplear el poder en el esfuerzo sincero de perderlo.
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