Iñaki Zaragüeta
El farol de Pablo Iglesias
Pablo Iglesias no atraviesa su mejor momento, hasta su aspecto ofrece peor apariencia. No me extraña. Su proyecto, como corresponde a la flor de un día, se marchita sin remedio y se frustran sus expectativas de asaltar el poder en 48 horas, como si de la toma del palacio de invierno ruso se tratara, allá por octubre de 1917, noviembre según qué calendario.
De ahí que se haya visto obligado a echar el resto mediante una amenaza a los presidentes socialistas de comunidades autónomas si facilitan la formación de Gobierno a Mariano Rajoy. Su problema es que la advertencia, más que un pulso, irradia por todas partes tics de farol y, lo que es peor para sus intereses, así ha sido percibido por todos, incluida gran parte de los suyos.
Por si tratara de culminar su desafío, se vería más bien sólo y escasamente acompañado. Porque quienes ya han pisado moqueta no están dispuestos a abandonarla y porque la alternativa sería dar el poder al PP, posibilidad hoy mayoritariamente inadmisible, como ya le han advertido desde los ayuntamientos gobernados por sus siglas.
Iglesias aún tiene un tumor más grave. Los suyos ya no están ciegamente con él. No se han ocultado y, tan próximos como Íñigo Errejón, Rita Maestre, Tania Sánchez..., ya le han plantado cara y cuestionan públicamente su liderazgo omnímodo. Sabe muy bien, además, que la reorganización del ejército socialista, con personalidades con poso político, le provocará dolores de cabeza y ensombrecerá sus expectativas. La apuesta de este PSOE de los barones es un palo en la rueda de Podemos y, por tanto, de Iglesias. Su amenaza, hoy por hoy, suena más a bravata de acorralado. Así es la vida.
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