Elecciones catalanas
El futuro económico de Cataluña
Desde que se inició su autonomía, Cataluña ha tenido un desempeño económico similar al del conjunto de España. Muestra de ello es que, entre 1980 y 2016, la tasa de crecimiento real del PIB –el 2,3 por ciento anual– fue la misma en ambos espacios geográficos, de manera que el peso de la región en España, durante ese período, se mantuvo casi invariable en torno al 18,9 por ciento. El autogobierno no ha producido, en este sentido, ningún dividendo económico. Ello contrasta, por cierto, con el caso de la Comunidad de Madrid cuya economía tuvo una expansión mayor que la media española al crecer a una tasa del 2,7 por ciento, lo que le hizo ganar en cuanto a su importancia relativa dentro de España.
Tal vez haya sido esta dinámica comparativa el factor que ha impulsado a los nacionalistas a emprender el camino de la independencia. Ninguna evidencia empírica avalaba tal opción, pues todos los estudios disponibles muestran que el dividendo económico de la secesión brilla por su ausencia. Más aún, el empuje separatista ha desencadenado, como en el caso de Quebec, un proceso de decadencia económica a largo plazo.
Cataluña ha tenido en los últimos meses una experiencia similar en ese mismo sentido y parece que su deterioro económico puede magnificarse si tenemos en cuenta los resultados electorales que conocimos ayer jueves, con la revalidación del independentismo. No sorprendería, por este motivo que la región autonómica entre en una dinámica de bajo crecimiento que la haga retroceder en cuanto a su importancia dentro del territorio español. Son malos augurios para el futuro de Cataluña los que abrió la secesión y los que las elecciones de ayer no han podido revertir. Tal fracaso hace que los estragos económicos del independentismo sean ya inevitables.
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