Pilar Ferrer

El ganador fue Rajoy

La Razón
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Inteligente, sólida y valiente. Pero, sobre todo, mujer ante tres hombres que pensaban ir a la yugular del Partido Popular haciendo cabriolas para no rozar la línea roja de un machismo trasnochado. Por ello, y sobre todo frente a todos ellos, la elección de Soraya Sáenz de Santamaría fue lo más acertado que ha hecho Mariano Rajoy en esta locura de debates de ida y vuelta. En ningún país democrático de nuestro entorno se altera el formato de un presidente en funciones, cara a cara, con el aspirante a sucederle. ¿Alguien se imagina a David Cameron o Barack Obama debatiendo con unos potenciales candidatos de Gales o Dakota sin ninguna representación parlamentaria? Ni de broma. El presidente se mide con el rival más fuerte, el primer caballero, en lenguaje anglosajón. El líder en funciones con el segundo en liza. Son las reglas del juego y a quien no le guste, que mire para otro lado.

La presencia de Soraya en el gran debate mediático de esta campaña es un acierto en toda regla por muchas razones, pero sobre todo por una muy importante: su valor regeneracional. Nadie puede discutirle su pertenencia a una generación de jóvenes profesionales preparados y altamente formados, su llegada a la política desde su abultado currículum y su solvencia en el trabajo bien hecho. ¡Qué más hubieran querido estos adversarios! Tachar a un Mariano Rajoy de antiguo y de eso que llaman la vieja política. Con Soraya pincharon en hueso. Joven, como ellos. Universitaria, la que más. Opositora de codos, la primera. Experta en gestión, como ninguno. Y para colmo, feminista en toda regla. El flanco de ataque quedaba vacío y el PP demostraba, con mucha astucia, que al líder se le reserva pero el equipo tiene mucha marcha en la retaguardia. Es la máxima de los partidos solventes, bien orquestados y sin improvisaciones.

A esta izquierda trasnochada que invoca tanto la igualdad de sexos, la presencia de Soraya Sáenz de Santamaría le ha pillado con el pie cambiado. Ni niña de derechas, ni pija altisonante, ni presumida ante los machitos. Ella demostró una solvencia, una seguridad y un saber estar que para sí quisieran los tres caballeros en jaque. Con su mirada erguida, y hasta con el detalle de saludar en la calle a los representantes de UPyD –por cierto, con representación parlamentaria antes que Pablo Iglesias o Albert Rivera, que aún tienen todo en el alero–, la vicepresidenta en funciones se los merendó tranquila. A Rajoy, estos demagogos de última hornada le habrían acusado de antiguo y vieja política. A Soraya no pudieron. Ella es savia joven, nueva, fresca y preparada aunque les pese.

Su presencia en el debate fue un enorme acierto y una jugada maestra. No porque algunos piensen que Rajoy se esconde. Todo lo contrario, porque el banquillo es amplio y ella lo merece. Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera encaran una generación de políticos nuevos, jóvenes e inexpertos. Soraya tiene los dos atributos primeros y, encima, les gana con creces en veteranía en la gestión.

A los tres aspirantes les habría gustado zaherir a Mariano Rajoy por demagogias populistas de edad o tiempos pasados. Con Soraya pincharon de cráneo. Ella ha sido un acierto de campaña y un eslabón inevitable de futuro.