M. Hernández Sánchez-Barba

El Gobierno y el poder

La Razón
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Aristóteles, en el mundo antiguo pagano, fue quien primero escribió sobre el gobierno. Su maestro Platón (Atenas, 427-347 a.C.) lo trató, pero en cuanto «idea» radicaba en la demostración de que la idea de gobierno pertenece al grupo de sabios que son los gobernantes. En el mundo intelectual político contemporáneo, John F. Kennedy lo considera «acción afirmativa» y Bertrand de Jouvenel, agudo escritor de reportajes, que en 1943, vigilado por la Gestapo, abandonó el periodismo y se dedicó a los estudios históricos, concibió en Suiza un proceso histórico de crecimiento del poder (1945), «Du pouvoir. Histoire naturelle de sa croissance», publicado en España en 1998 por Unión Editorial, con un prólogo magnífico del catedrático Dalmacio Negro Pabón. El pensador inglés Bertrand Roussell (1872-1970), en su agudo análisis, «Power. A New Analysis Social», estima que el impulso hacia el poder es innato en el hombre y, en consecuencia, el ilustre intelectual accede al análisis de todas las formas concebibles del poder.

Históricamente, el problema del poder-gobierno hay que situarlo en el «proceso», en el cual es imprescindible tener en cuenta el dualismo continuidad-discontinuidad y que ésta hace referencia a la condición del «cambio» y que, a su vez, éste se origina en razón a conexiones y comparaciones globales que originan nuevas condiciones que, sin embargo, en el curso del tiempo matemático, no se encuentran en línea de sucesión, sino en forma de las «quanta» de Max Plauck. Aunque por inevitable necesidad de comprender el sentido histórico, el historiador debe poner en conexión explicativa y creadora de un significado, capaz de explicar el sentido de la «acción comunicativa»; «acción afirmativa»; en relación con la moral del momento histórico, hasta estar en condiciones de establecer lo que Lucien Febvre llamó la «Historia integral», que consiste en alcanzar un nivel analítico mediante la interdisciplinariedad que, por ejemplo en la importante materia de las Relaciones Internacionales, exigirá la puesta en relación de los siguientes módulos de problemas teóricos. Ello en relación con los objetivos que pudieran quedar señalados en una situación histórica respecto a los intereses generales (nunca partidarios) en un momento dado de una historia nacional, que en el campo de la política internacional deberá establecer análisis. En segundo término, relación entre los siete módulos: seguridad, inteligencia, estrategia, ética pública, tecnología, política internacional y filosofía política.

De ahí la importancia de la historia política como camino imprescindible para el ejercicio del gobierno. La Historia, desde los griegos clásicos, tiene un doble objetivo: «doxa», que es opinión que cualquiera puede tener y ofrecer, siempre y cuando tenga motivos para saber sobre lo que habla y opina; la otra es la «episteme», que se refiere al objetivo característico del trabajo del historiador y plantea la cuestión de autoridad para comprender una realidad ocurrida en el tiempo, que no es precisamente el mismo del que investiga el significado de la cuestión en el momento en que ocurrió. El historiador cumple en la investigación la materia de la inteligibilidad, es decir, «explicar» para «comprender». Ello en la pluralidad de niveles hacia los cuales se dirige la interrogación, que sólo puede considerarse como investigación.

Aceptado que explicar es comprender, es imprescindible el planteamiento de una segunda e importante cuestión: ¿cuáles son los niveles hacia los cuales se dirige la interrogación investigadora? Cuestión importante y no baladí; si es a un nivel personal, la historia será «sectorial». Se trata de actos humanos la inteligibilidad es múltiple buscando los significados de los hechos individuales en la complejidad del momento temporal de la relación. Si se trata de una cultura, o acaso en el orden tecnológico, una civilización; el historiador deberá prescindir de las coordenadas que guían su propio tiempo histórico, para ir hacia el otro y reconocer, precisamente en el otro, su alteridad, en virtud de una analítica de la comunicación. Por último, si se refiere la investigación a niveles metafísicos de pensamiento histórico, es imprescindible establecer niveles de «conciencia» histórica, pues la comunicación y el intercambio entre conciencias de distinto «tiempo» histórico medular, se opera en nivel ontológico y existencial, problemática en la que resulta absolutamente imprescindible tratar a Martin Heidegger en «Sein und Zeit» (1927). Al tratar la conciencia histórica en cuanto integración de pasado, presente y futuro, que supone indiferenciación del tiempo existencial. Ahí se debe reflexionar sobre el «tiempo» y el significado del «mensaje», pues sólo la ciencia histórica es capaz de entablar diálogo con el pasado persistente y el futuro posible y la objetividad del tiempo en función de valores, pues precisamente la vivencia de valores es lo que origina e impulsa un proyecto colectivo.