José María Marco
El interés general
Como dejó claro el número de ayer de LA RAZÓN, el Gobierno de Mariano Rajoy está haciendo los deberes. No los está haciendo al gusto de todos, y probablemente tampoco los está haciendo tal y como al propio Gobierno le habría gustado. Los problemas heredados eran demasiado importantes y la ocultación demasiado sistemática. Por eso algunas de las medidas tomadas en estos meses, en particular las subidas de impuestos, han resultado contradictorias con el programa electoral y con la propia voluntad del Gobierno. Estas medidas, en cualquier caso, seguirán estando justificadas mientras se sigan adoptando también otras que profundicen la política de equilibrio y austeridad que el Gobierno está llevando. La sociedad española, que ha hecho y sigue haciendo un gigantesco esfuerzo para reducir el endeudamiento y mejorar la productividad y la capacidad de competir, no entendería que ese mismo esfuerzo dejara de hacerse en la esfera gubernamental y administrativa. A estas alturas, el Estado merece el respeto que merece, sin más.
Mariano Rajoy, en estas circunstancias, se ha mostrado extraordinariamente prudente. Muchas veces su actitud resulta difícil de interpretar, pero se entienden mejor las decisiones tomadas si se tiene en cuenta el interés general. Hoy más que nunca, hay que hacer el ejercicio de contemplar la situación desde la perspectiva más amplia posible. Por otra parte, es de agradecer que el Gobierno, y Mariano Rajoy en particular, se hayan mostrado tan cautos a la hora de solicitar cualquier clase de rescate de la Unión Europea. Ocurra lo que ocurra al final, la situación económica global habrá ido mejorando: en las relaciones laborales, en la productividad, en la exportación y también en la restauración del crédito y la superación de la crisis bancaria. Seguimos siendo el país más fervorosamente europeo de la Unión, pero eso no nos debe impedir intentar salir de la crisis por nuestra cuenta, sin dar la sensación de que estamos dispuestos a abandonar lo que es deber nuestro. En el fondo, nuestra soberanía.
La gestión de la unidad y de la lealtad nacional sigue siendo complicada en nuestro país. Apenas estamos saliendo, con costes gigantescos, de una situación excepcional entre las naciones europeas. A diferencia de éstas, las élites españoles y la cultura oficial se han empeñado, desde hace más de un siglo, en hacer imposible la naturalidad en este campo. (También en esto la línea de LA RAZÓN es ejemplar). Teniendo en cuenta esta historia, la actitud de Mariano Rajoy cobra todo su sentido.
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