Lucas Haurie
El jabalí y el catedrático
Al mismo tiempo que niega el derecho de Europa a la legítima defensa, Pablo Iglesias coloca a Andrés Bódalo como cabeza de cartel electoral por Jaén. Una coherente manera de mostrar su «rechazo total a cualquier tipo de violencia», que es la fórmula tramposa que la izquierda antisistema (de Podemos a los jornaleros del SOC pasando por Bildu) emplea para mantener su cínica equidistancia entre víctimas y verdugos. El candidato jiennense arrastra una condena a más de tres años de prisión, que intenta eludir por intercesión de un carísimo equipo de abogados que sufraga el contribuyente (los privilegios de la casta), debido a un intercambio rotundo de pareceres con un concejal socialista: lo acorraló cuando caminaba solo por la calle junto a varios sicarios del SAT y le propinó varias patadas mientras yacía en el suelo. Un valiente, el tío. Poco después, durante un acto de exaltación etarra que oficiaba junto a un matarife batasuno, agredió a un viandante, por lo que también fue condenado. Los patrocinadores de Bódalo aseguran que estos sucesos son fruto de «su defensa de la clase trabajadora». De modo que queda señalado otra vez, por si hiciese falta, el totalitarismo de una formación que deslegitima todo ordenamiento jurídico que contravenga a su proyecto ideológico, de inexcusable imposición incluso mediante el uso de la violencia. ¡Caramba con el código ético! ¡Recórcholis con los demócratas ejemplares! Es normal que Javier Pérez Royo haya declinado su candidatura al Congreso. No ve uno al insigne catedrático compartiendo bancada como semejante jabalí ni sometiendo su criterio a una asamblea manejada por Cañamero y Sánchez Gordillo. Hasta aquí podía llegar la broma del «empoderamiento» popular.
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