Enrique López

El jurado de León

La Razón
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Tras la publicación de la sentencia dictada en el caso del asesinato de Isabel Carrasco, se ha desatado una cierta polémica en relación a su contenido, en concreto con la absolución por el cargo de asesinato a Raquel Gago, resultando condenada por un delito de encubrimiento, creo que mucho más acorde a la naturaleza de su acción; pero esto se produce tras ser declarada previamente por el jurado, en cuanto a los hechos, como cooperadora necesaria del delito de asesinato, habiendo sido introducida una pregunta al jurado que expresamente exigía su pronunciamiento sobre una calificación jurídica, algo absolutamente vedado al jurado como responsable exclusivamente de fijar los hechos; «da mihi factum, dabo tibi ius» –dame los hechos y te daré el derecho–. No quiero especular con la decisión adoptada por el magistrado-presidente, pero a mí me ha parecido valiente, inteligente, y esperemos que adecuada; ha evitado la concurrencia de una nulidad palmaria, como es haber sometido una cuestión de Derecho al tribunal del jurado, si bien, algunos advierten que como consecuencia de ello ha podido generar otra, espero que no. En cualquier caso esto le corresponde resolverlo al Tribunal Superior de Justicia, y a su decisión estaremos. Más este caso trasciende a lo estrictamente jurídico para convertirse en un auténtico psicodrama que a buen seguro acabará dramatizado en alguna obra, al contener todos los ingredientes que hacen que la realidad supere la ficción. Pero al margen de esto, lo que sí es de agradecer es que no se ha abierto, como en otras ocasiones, un debate sobre la institución del jurado, algo a lo que los españoles estamos muy acostumbrados. En España somos inasequibles a los debates reflexivos de fondo, impermeables a la racionalidad, y por el contrario, solemos abrir debates breves y acalorados al pairo de sucesos concretos. El Tribunal del Jurado es una institución que ya goza del tiempo suficiente en su funcionamiento, como para evaluar su eficacia. Yo nunca he sido partidario del jurado puro al estilo anglosajón, siendo más apropiado y coherente con nuestro entorno jurídico el jurado escabinado, esto es, el mixto formado por ciudadanos legos y jueces; pero una vez que se apostó por esta institución, han sido los jueces precisamente los que además de aplicarla, han superado todos los obstáculos que los errores padecidos en su concepción inicial han sido provocados. La cultura española del jurado esta muy entreverada por los telefilmes norteamericanos, donde casi siempre el acusado suele ser inocente, y precisamente a lo largo de la celebración del juicio se descubre al verdadero autor. En España, la inmensa mayoría de los casos por jurado son asesinatos y homicidios, y en su también inmensa mayoría, el acusado tiene muy poco que hacer a la hora de defender su inocencia, suelen ser casos confesos o de palmaria culpabilidad, que hace sencilla la labor de los jurados. Por ello, y a pesar del escaso consenso político que se buscó en su instauración, creo que ha alcanzado un cierto grado de asenso social que hace que su reforma sea más costosa que su mantenimiento. Aun así, algunos seguiremos defendiendo el modelo escabinado.