Martín Prieto

El manifiesto de los muertos vivientes

Desde el «Manifiesto comunista» de 1848 ningún otro texto había revolucionado las ciencias sociales como el pasquín que, a cuenta de la Conferencia del PSOE, ha sido difundido el día de Difuntos. A mi querido Rubalcaba se le habrán alterado los pulsos al leerlo ya que tiene memoria de lo que ocurrió hace trece años cuando a Joaquín Almunia se le ocurrió asar la manteca resucitando el Frente Popular, llamando en su socorro a los comunistas. Vaya en alivio de éstos que su jefe Francísco Frutos (de los pocos que no se avergüenzan de apellidarse «comunista») recibió la petición de mano con rubor, estupefacción y desagrado, aunque no tuvo arrestos para rechazar el incesto. El PSOE se derrumbó en el 34% del voto y 125 diputados. Encabeza el panfleto la viuda de José Saramago, a la que ponen por delante porque fue una respetable colaboradora del gran escritor portugués y de esos comunistas impenitentes como Vázquez Montalbán que querían desafiliarse los últimos para apagar la luz de la sede. El resto de los abajofirmantes en socorro de los socialistas es un menguado deshecho de tienta para una opinión pública que les desconoce, a menos que consideremos como referente político al matemático Carrillo, hijo de su progenitor. Quien no podía faltar en una demostración de zombies era Baltasar Garzón, padre de todas las patrias, empezando por la propia suya. Si el PP no hubiera tenido otro propósito explícito que desalojar al PSOE de su tan larga gobernanza no tendríamos bipartidismo imperfecto sino régimen socialista de partido único. La orteguiana hemiplejia moral entre izquierda y derecha es el único bagaje del analfabetismo funcional. Albert Camús, apolítico confeso y convicto tras su purgatorio comunista, hoy sería aquí tildado de derechista, miembro de esa chusma que ha ocupado los ministerios y a la que hay que desalojar.Y es que la intolerancia y la falta de memoria son atributos de los muertos vivientes.