El desafío independentista

El nacionalismo es un pedo

La Razón
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El pasado 23 de abril, se cumplió el trigésimo quinto aniversario del fallecimiento del ilustre escritor Josep Pla, sin que ninguna conmemoración oficial en el principado recordase al personaje y con el manto del olvido tejido por el nacionalismo extendiéndose sobre su obra y figura. Licenciado en Derecho y periodista, crítico con la política colonial española en Marruecos, lo que le costó su primer exilio en 1924, Pla siempre incomodó al poder. Autor conocido por sus artículos de opinión, sus crónicas periodísticas; viajero incansable cuyos reportajes internacionales le situaron como un aventajado relator de la historia del siglo XX y buen conocedor de las interioridades del régimen comunista de la URSS, de la Italia fascista, de la Gran Bretaña liberal y del Madrid republicano. Escribió más de 30.000 páginas, miles de artículos y decenas de libros, entre los que destaca el «Quadern gris», un dietario considerado la obra cumbre de la prosa catalana, repleto de opiniones políticas, retratos y crítica literaria. El autor más leído en catalán y considerado por los críticos como el mejor prosista de la literatura catalana contemporánea no necesita reivindicación, ni elogio ni premios. Compartió con Vicens Vives «la voluntad de ser de Cataluña», pero los funcionarios de la cultura lo dejaron morir sin recibir el Premio de Honor de las Letras Catalanas.

Su segundo exilio fue en 1936, huyendo de la Barcelona de ERC, en compañía de su amada Adi Enberg, perseguidos por los revolucionarios armados (la sentencia de Pla sobre Companys pudo ser su perdición: «La fecha del 6 de octubre nos ha cubierto de vergüenza a todos los catalanes»). Establecidos en Marsella, fueron unos eficaces colaboradores de Francesc Cambó y el SIFNE, servicio de espionaje e información formado por los catalanes Josep Bertrán, Carles Sentís, Pere Rivière, Joan Estelrich, Francesc Montagut, Felip Rodés, Daniel Ripol, Domingo Gabarró, Lluís Pérez-Sala y Pere Salisachs, entre otros (interesantes apellidos). En enero de 1939 regresa a Barcelona de la mano de Manuel Aznar y se convierte en el subdirector de «La Vanguardia» por petición de Carlos Godó (propietario del periódico, huido de Cataluña y cómodamente instalado en la franquista San Sebastián).

Posteriormente Josep Vergés, el empresario y editor, lo fichó para la revista «Destino» (la de «España unidad de destino en lo universal», fundada por Vergés, Nadal –el del premio–, y Agustí –Mariona Rebull–), donde trabajó durante largos y fecundos años. Al final la revista sería adquirida y hundida por el «milhomes» Pujol, y como todo lo que ha tocado el líder de la tribu y presunto delincuente, tuvo que cerrar por quiebra. Pla nunca fue merecedor de premios ni alharacas debido a sus contundentes opiniones sobre los separatistas, como ejemplo estas perlas: «El nacionalismo es como un pedo, que a todo el mundo le huele mal, menos al que se lo tira», o bien «Estos nacionalistas no quieren que seamos españoles, cuando es lo que hemos sido toda la vida»; o en su antológica entrevista de TVE en el mítico programa «A fondo», dirigido por Joaquín Soler Serrano, donde define al catalán así: «El catalán es un ser que se ha pasado la vida siendo un español 100% y le han dicho que tiene que ser otra cosa». Ahora en el oasis putrefacto se entregan premios a los payasos que queman libros en TV3. Así nos va, como un pedo.