Francisco Marhuenda
El necesario aforamiento
La Constitución establece, acertadamente, que «la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65,2», que hace referencia a que «nombra y releva libremente a los miembros civiles y militares de su Casa». Estamos ante una previsión constitucional tan razonable como prudente, donde algunos llegan a remontarse, sin duda como consecuencia de un desconocimiento, a la Edad Media. Esta condición de inviolabilidad no es algo excepcional sino que la encontramos en las constituciones belga, holandesa, danesa o sueca. Por supuesto, lo mismo sucede en Gran Bretaña, donde no existe una constitución escrita: la figura de Isabel II está al margen de cualquier polémica. La previsión de nuestra Constitución es una medida sensata, porque la figura del Rey no es política sino que es un símbolo de unidad y permanencia que tiene que estar al margen de las luchas partidistas. El refrendo de sus actos hace que la autoridad refrendante asuma la responsabilidad del acto del Rey. Es otro aspecto característico de una jefatura del Estado, que también existe en estados republicanos, porque se considera que estos actos corresponden al Gobierno y por ello no se le pueden atribuir al Rey o al presidente de la República. Estamos ante otro debate artificial que complace a una izquierda que ha perdido el norte y se ha instalado en el radicalismo. Hay que señalar que la previsión constitucional no puede ser modificada sin una reforma y que el nuevo Rey seguirá gozando de una posición que no es un privilegio sino una garantía para el ejercicio del papel que le otorga la Constitución de 1978, que fue refrendada por la inmensa mayoría por los españoles. Finalmente, está el aforamiento de Don Juan Carlos en el momento en que deje la Corona. Lo normal es que goce a partir de ahora, les guste o no a los republicanos, de una posición que respete lo que ha sido y seguirá siendo como Rey. No puede ser que Don Juan Carlos se convierta en el ciudadano Borbón al albur de cualquier excéntrico e infundado ataque que pueda recibir de personas ávidas de notoriedad o de los antisistema, que sólo buscan atacar a las instituciones.
✕
Accede a tu cuenta para comentar