Ángela Vallvey

El pan civi

El pan civi
El pan civilarazon

En la antigua Roma, de la que sin duda provenimos, existía un Patriciado compuesto por los descendientes de los moradores primitivos de la ciudad, unas familias que gozaban de desmedidos privilegios; y luego estaba la plebe, el populacho, una turba «recién llegada» a la ciudad del Tíber que tenía muchas obligaciones y poquitos derechos. Hasta que un día se hartaron, se plantaron y obligaron a los patricios a negociar un acuerdo. El patricio Mennenio Agripa fue muy popular y querido entre los plebeyos, los convenció de que era mejor convivir en paz y concordia contándoles la parábola del estómago y los miembros del cuerpo humano: habiendo reñido el estómago y el resto de los miembros del cuerpo humano, decidieron separarse, pero no tardaron en darse cuenta de que todos morirían de inanición pues el estómago no recibía alimento y los demás miembros carecían de jugos vitales, de modo que decidieron volver a unirse. Ésta era una alegoría alusiva al «cuerpo social». El Patriciado era el estómago; lo demás, la plebe. Ya entonces, cada ciudadano indigente -y eran casi una octava parte de los plebeyos- recibía de acuerdo con la ley Casia Terencia cinco modios de trigo todos los meses. Lo que constituía un socorro público denominado «derecho al pan civil». Y lo recibieron incluso durante las duras crisis alimentarias que azotaron Roma.

Actualmente, con los aterradores porcentajes de paro que sufrimos, «el pan civil» también debe ofrecerse si no queremos que la sociedad reviente de impotencia y miseria. El pan civil es, por ejemplo, detener los desahucios y ofrecer una moratoria en los casos en que gente honrada y cumplidora, golpeada por la crisis y la falta de trabajo, se vea empujada al suicidio o a la calle.