Cristina López Schlichting

El Papa y el orgullo gay

La Razón
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Una de las cosas que más me gustan de la Iglesia es su incapacidad para dejarte en paz. El catolicismo es todo menos permanecer en la zona de confort. Cada vez que crees saberte la lección, conocer el camino justo, tener el criterio perfecto, llega uno más sabio y te pone en tu sitio. Nuestra batalla con respecto a la hetero y la homosexualidad ha sido estos últimos años algo dogmática. Quiero decir que lo que nos importaba era definir claramente la familia como el espacio creado por el amor entre el hombre y la mujer –que está muy bien– y separarla moralmente de la relación homosexual. Una cuestión justa, pero pobre humanamente. Y ahora llega el Papa y dice, no sólo que no hay que juzgar lo que el prójimo hace o dice, sino que hay que pedir perdón a los gays que hayamos ofendido. Y una siente que tiene razón, que nacer o crecer homosexual tiene que haber sido durísimo en nuestras comunidades, que pocas circunstancias morales (tal vez el embarazo extramatrimonial o el divorcio) han sufrido tanto señalamiento social y tanto aislamiento de la persona durante décadas y hasta siglos. Acabo de enterarme, por ejemplo, de que Isabel Preysler se casó embarazada y que, de pura vergüenza, se fue a Portugal a dar a luz. Qué cosas hemos hecho. Hace bien Francisco en decirnos que pidamos perdón por estigmatizar y señalar, por despreciar y excluir. Y hay que pedir perdón no sólo «a esta persona que es gay, a la que he ofendido, sino también a los pobres, a las mujeres explotadas, a los niños explotados en el trabajo», señala el Santo Padre. Cuántas cosas por las que mendigar misericordia. Ya no es el tiempo de la doctrina impuesta, sino del abrazo a todos. Por cierto, que el Papa ha pedido también mesura a los gays en «ciertas manifestaciones un poco demasiado ofensivas para los demás». Cosas como burlarse de la Virgen, me imagino. Porque aquí no hay nadie libre de falta. En definitiva, a Francisco no le importa tanto la ley cuanto la persona. ¿De qué sirve cumplir la ley a rajatabla si la persona queda malherida? Lo importante es el ser humano y es en este punto donde no ceso de dar gracias a Dios por este Papa que nos abraza y perdona y nos anima a abrazar y perdonar. La gente no es tonta, y normalmente se esfuerza por vivir de la mejor manera posible. Dejemos pues los juicios, no vayan a juzgarnos a nosotros. Dejemos a la libertad de cada uno ese espacio de la conciencia donde nos enfrentamos a Dios y al misterio de la existencia ¿Acaso no buscamos todos, gays y heteros, el mismo largo, infinito, eterno abrazo para el que estamos hechos? Puede que nos sintiésemos muy a gusto en la claridad de nuestra ley, pero más a gusto se está cuando se abre la casa y se sabe que no queda nadie a la intemperie.