Enrique López
El paradigma y la paradoja
Las sociedades más modernas y maduras están transitando por un periodo de cambio en todas las estructuras económicas y sociales, así como en los marcos institucionales, los cuales se verán sometidos a rápidas y profundas modificaciones. Para ello, debemos renovar paradigmas y superar terribles paradojas. Ahora bien, estos momentos denominados cruciales, de cierta y aparente desorganización, pueden terminar en un gran deterioro del estado de la organización precedente, o bien en un estado más avanzado de organización. El filósofo norteamericano Thomas Kuhn revolucionó el método científico con su obra «La estructura de las revoluciones científicas», y supuso un punto de inflexión en el debate filosófico del momento; en apurada síntesis, su método científico se basa en el establecimiento de un paradigma en un estado de ciencia normal, la producción de una crisis, una evolución científica, y el establecimiento de un nuevo paradigma. En eso estamos en este momento en el mundo actual, y en todos los campos de actuación, político, social y económico. En España, nuestro paradigma está obsoleto y tenemos que crear un nuevo paradigma político, social y económico, eso si, tratando de evolucionar hacia una mejor organización, y no empeorando la ya existente. Este cambio se está operando, y algún día, cuando se estudie con perspectiva la historia mundial, se fijara la fecha del año 2010, como un año que marcó un profundo cambio en el mundo. Este proceso no sólo es institucional, no sólo se debe dar en las macroestructuras, sino y también en las estructuras básicas y nucleares de la sociedad, partiendo del individuo, su entorno familiar y más próximo. En esta situación, se debe apostar por un efectivo desarrollo de las libertades individuales, pero también de la responsabilidad individual, y no me refiero al ámbito de la jurisdicción. Un entorno institucional decrépito es un medio hostil al desarrollo de la libertad individual. En esta situación las sociedades que hayan logrado realizar con éxito una transición rápida, podrán aprovechar intensamente las oportunidades que surjan en cada el momento. Para ello, se necesita en primer lugar una sociedad avanzada, con una gran capacidad de asumir y deglutir la permanente novedad, pero además se necesitan unos marcos institucionales rejuvenecidos que en lugar de frenar la iniciativa privada e individual, la apoyen y la potencien. Este nuevo marco institucional, requiere un proceso de maduración colectiva muy complejo y laborioso; quizá la sociedad norteamericana, con sus luces y sus sombras esté a la cabeza en este proceso. Hay que apostar por una institucionalidad más reducida, pero mucho más eficaz, determinada a ayudar al ciudadano, y no a generar medios de vida para algunos, algo de lo que en España, y sobre todo en la administración autonómica y local, se sabe mucho; las instituciones tienen que ser muy pocas y muy fuertes, con un gran prestigio y una gran capacidad de laboriosidad y eficiencia. Hay que apostar por un gran respeto al individuo y sus libertades, y no por limitarle derechos, como por ejemplo ocurre en el ámbito nacionalista, donde con el pretexto de pretendidas legitimaciones históricas, se les arrebata a los ciudadanos sus derechos, para concedérselos a los territorios, obviamente para poder reforzar el poder del gobernante, único fin pretendido. En este nuevo escenario, hay que acabar con la corrupción y los corruptos, tanto en el ámbito público, como en el privado. La corrupción del responsable púbico es grave, inadmisible e inasumible, pero también son graves las actuaciones del evasor fiscal, del blanqueador de capitales, etc. Ambos tipos de individuos, deben ser perseguidos sin piedad, con la ley en la mano, y con todas sus consecuencias; ambos se convierten en rémoras de la sociedad, impiden su adecuado desarrollo, y hacen mucho daño. En este nuevo entorno, las ideológicas deben ceder terreno al respeto al individuo y a su libertad, y sobre todo al respeto de los valores compartidos pos una gran mayoría. Los transformadores sociales que parten de su ideología como único instrumento de desarrollo, están abocados al fracaso, y si gobiernan, harán fracasar a una sociedad -en España sabemos de esto-. Hoy en día, la ideológica en su estado puro ha cedido casi todo su espacio a la demagogia y al sectarismo, y esto ya no vale, ya nadie se lo cree. Por ello, los graves problemas sociales que generan una situación de crisis económica deben ser resueltos bajo la responsabilidad y el conocimiento, y no bajo el estúpido ejercicio de la demagogia, la cual, no evita parados, ni desahucios, ni pobreza, esto sólo se supera con desarrollo e inversión. Por ello, en este necesario y nuevo paradigma, se deben expulsar las paradojas del nacionalismo exacerbado, la corrupción y la ideología demagógica, y todo ello, en el seno de un marco institucional cada vez más pequeño en tamaño, y más fuerte en su función. Éste es el camino emprendido y no podemos abandonarlo, los cantos de sirena ya no sirven.
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