Unión Europea
El peñón de Mariano
El ministro de Defensa británico, Michael Fallon, dijo ayer en una entrevista en la BBC que van «a proteger Gibraltar hasta sus últimas consecuencias». Lo decía en el marco –eso sí– de las negociaciones que mantienen de cara a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Y por si esto no hubiera resultado ya grueso, el antiguo líder del Partido Conservador Michael Howard añadió que la primera ministra Theresa May, estaba dispuesta a declarar la guerra para defender la soberanía de Gibraltar, como ya lo hizo con las Malvinas.
La cosa se estaba poniendo ayer tan tensa que la propia Theresa May no tuvo más remedio que salir al paso en un comunicado en el que incluía referencias a una conversación telefónica con el jefe del Gobierno gibraltareño, Fabián Picardo, en la que le garantizaba que no aceptarían «nunca un acuerdo que dejara a los habitantes de Gibraltar bajo otra soberanía sin su voluntad libre y democráticamente expresada».
Pero no se asusten. Lo único que nos faltaba ya es declarar una guerra. No hay tal. La realidad es que son los británicos los que han declarado la guerra a Europa y han decidido separarse de ella. Y ahora lo único que está ocurriendo es que han comenzado a negociarse y aplicarse las condiciones de esa decisión. Decisión que afectará también a Gibraltar. Y le afectará porque España seguirá formando parte de Europa y los británicos no.
En las directrices que envió Tusk a Gran Bretaña para negociar, se decía que la Unión Europea no abordaría la situación de Gibraltar durante las negociaciones de salida y también que condicionarían cualquier pacto posterior sobre el estatus del Peñón al visto bueno de España: «Una vez que Reino Unido deje la Unión, ningún acuerdo entre la Unión Europea y Reino Unido se podrá aplicar al territorio de Gibraltar sin el acuerdo entre España y Reino Unido». Esto último implica que el Gobierno español puede bloquear la aplicación en Gibraltar de cualquier acuerdo comercial que Londres negocie con Bruselas, quizá la decisión de más trascendencia al margen de la soberanía, cosoberanía, o nuevo estatus sobre la colonia.
Hay que recordar también que en octubre de 2016, España propuso al Reino Unido compartir la soberanía sobre Gibraltar para que el territorio pudiera permanecer en la Unión Europea tras el Brexit. Era una oferta que ya había sido sometida a referéndum en 2002 y rechazada por los gibraltareños. Pero las cosas ahora han cambiado. El 95,9% de los gibraltareños que votaron en contra del Brexit empiezan a ver que la decisión de sus conciudadanos les puede perjudicar de una manera que ellos ni siquiera podían imaginar.
Es ya un hecho que Bruselas ha abandonado su tradicional neutralidad sobre el Peñón y ahora va a apoyar las exigencias y planteamientos de España. Y además, éste movimiento no lo ha provocado España. Los que se han movido han sido los británicos.
Pero hablar de guerra y recordar a las Malvinas como han hecho algunos de sus líderes es pretender engañar a su población con fantasmas de acoso exterior más propios de dictaduras bananeras que de una democracia occidental. Los dirigentes y ciudadanos británicos deben empezar a darse cuenta de las consecuencias de lo que votaron. Por todo ello, presiento que va a ser una negociación difícil, pero los ciudadanos y dirigentes de la Unión –parece– están porque esa separación, aunque dolorosa, sea real. Y mientras tanto, parece que todo cambia ¡hasta Gibraltar! sin que Rajoy se mueva ni un milímetro de su marianismo estoico. Al final hasta se hace con el Peñón.
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