Galicia
El peor escenario posible
Se confirmó el peor escenario para Sánchez. Los resultados en el País Vasco han sido demoledores. Como mucho, los socialistas pueden aspirar a ser la muleta que garantice la lendakaritza a Urkullu, en caso de que Bildu y Podemos logren una alianza. Para colmo, los de Idoia Mendía empatan con los populares de Alfonso Alonso. En rigor, Podemos será el árbitro, robándole esta tradicional cartera al PSE, que la había desempeñado desde la transición. En Galicia, desastre también. El PP obtiene una mayoría absoluta irrefutable, dejando a los socialistas a pies de los caballos. Los tiempos en el PSdG no serán una balsa de aceite. En todo caso, la balsa estará ardiendo porque el socialismo gallego, dividido y desangrado en luchas intestinas, ha sido relegado a tercera fuerza.
Sánchez confiaba en unos resultados que, sin ser buenos, lo situaran como eje en el poder. Ser necesario en Euskadi y derribar la mayoría absoluta de Feijoo, manteniendo el liderazgo de la izquierda, eran sus objetivos. Ambos sueños son ya una entelequia. Ahora, toca enfrentarse a la cruda realidad.
Para los socialistas ir a unas terceras elecciones se antojan de suicidio. El discurso de Sánchez no cuaja en dos territorios que tienen su propia singularidad. Alejarse del derecho a decidir en Euskadi los ha laminado y, en Galicia, su firmeza ante el PP, con un mensaje de izquierdas, tampoco ha calado en la ciudadanía. Los electores moderados no han dudado en votar a Feijoo y Urqullu y los que se reclaman de izquierdas optan por fuerzas como Podemos y En Marea. Dicho de otra manera, el discurso de Sánchez no es creíble en el electorado progresista ni tampoco en las comunidades periféricas. El desastre del PSC y el alambicado equilibrio de los socialistas valencianos ante la alianza de Compromís y Podemos, fue un mal augurio que se ha cumplido en Galicia y País Vasco.
El socialismo español pierde el poder en la España periférica. Sus graneros de votos están en el sur, pero la estrategia marcada desde el sur tampoco conecta con los electorados de estas comunidades. La encrucijada del PSOE es dura: tienen un liderazgo cuestionado y un mensaje deteriorado, al que los electores dan la espalda elección tras elección. Pedro Sánchez lo ha intentado y ha fracasado. Debe plantearse su continuidad en la secretaria general para que el PSOE se refunde y coja la fuerza que perdió a partir de mayo de 2010. Los sectores que han zancadilleado a Sánchez y que le han hecho la vida imposible desde su elección en verano de 2014, también deben hacer su propio acto de contrición. Su mensaje, también, enmohecido y desgastado. Los críticos no aportan nada nuevo. De hecho, no tienen siquiera un candidato alternativo.
Los socialistas todavía están a tiempo de salvar al PSOE de su «pasokización». Deben, eso sí, alejarse de cuitas palaciegas y centrar esfuerzos para construir un nuevo discurso que atraiga a unos ciudadanos que asisten perplejos de un sucedáneo de Juego de Tronos que está aniquilando a un partido socialista que ha sido fundamental desde la transición. En sus manos está que no quede reducido a la nada.
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