Cristina López Schlichting
El premio del trabajo
Sólo hay dos tipos de ceremonias: las útiles y las inútiles. El 27 de julio, el presidente Mariano Rajoy y la ministra Fátima Bañez entregaron las medallas del Mérito en el Trabajo en una ceremonia muy eficaz para una nación que quiera construir sólidamente el futuro. Escuchar a personas con 60 años de trajín a las espaldas o con una trayectoria laboral de alcance universal es un orgullo y un ejemplo. Tico Medina, con 83 años brillantes, habló sin papeles al auditorio del Salón de Tapices de Moncloa; el restaurador Alberto Cándido López Duque, que empezó a los 14 años en los fogones, explicó que trabajar por placer «deja de ser trabajo» y la nadadora paralímpica Teresa Perales recordó, desde su silla de ruedas, los comienzos infantiles de una cría que aprendió a flotar bien pequeña y ahora tiene 26 medallas olímpicas.
Fue una alegría escuchar entre los galardonados el nombre de mi maestra y amiga Paloma Gómez Borrero, condecorada a título póstumo después de 83 años de trabajo incesante, sólo interrumpido por la propia muerte. Su hijo, Ranieri di Marchis, nos contó esas noches en que, al llegar a casa, veía la luz encendida del despacho donde su madre seguía trabajando hasta altas horas de la madrugada, incansable y entregada. María Teresa Campos recordó sus comienzos en la radio, el enorme saxofonista Pedro Iturralde avanzó en muletas hasta el estrado y todos nos conmovimos cuando el histórico sindicalista de Comisiones Obreras Joaquín Navarro se emocionó hasta el extremo de no poder leer las palabras que traía escritas. Mariano Rajoy se levantó de su sitio y lo sostuvo por el codo, transmitiéndole ánimos.
La lista de los 15 premiados incluía también a Pau Gasol, la coreógrafa Aída Gómez o el ex ministro socialista Javier Moscoso. La bailarina, que se encontraba trabajando en México, y el ex presidente de la Xunta de Galicia, Fernando Fernández Albor, que está a punto de cumplir 100 años y recibirá la medalla en Galicia, fueron los únicos ausentes. Quienes somos hijos de personas que han trabajado tanto o más que éstas sabemos que estas medallas son sólo una muestra del enorme esfuerzo de muchos españoles, pero es bonito poder evidenciar lo que década tras década, generación tras generación, vamos construyendo. Me parece un gesto inteligente de Fátima Bañez que el evento haya pasado del Ministerio de Trabajo, donde se celebraba tradicionalmente, a Moncloa, donde de este modo es el propio presidente de España quien otorga personalmente los galardones. Resulta más visible el agradecimiento de España a las personas y el premio gana en solemnidad. Una ceremonia tan bonita y breve bien merecería ser transmitida por una televisión pública que se preciase.
En la copa posterior se cruzaban todo tipo de personas, de las más humildes a las más sofisticadas, amigos, padres e hijos de los galardonados y personajes televisivos como Terelu Campos o Bigote Arrocet. Un patio de Monipodio tan auténtico como plural. Bonito y útil el premio.
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