Elecciones generales
El «qee te calles» de Celia
Esta campaña promete. Los periodistas no nos vamos a aburrir. Los ciudadanos no tengo tan claro que no caigan en un cierto sopor, porque tenemos a Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias hasta en la sopa. Dan ganas de poner un plato en la mesa por si aparecen. Las últimas horas de la sempiterna precampaña fueron entretenidas. Empezaron con «El Libro Gordo de Petete». Con aquello de izquierda y derecha.
Pablo Iglesias visitó el Congreso en la Jornada de Puertas Abiertas. Observó los tiros de Tejero, lanzó una mirada de satisfacción, se enzarzó en una polémica con Celia Villalobos y se sentó en el sillón del presidente del Gobierno. ¡Pablo, que el sillón de Rajoy está a la derecha! ¡A la derecha y no a la izquierda! Es lo que tiene no ser de derechas ni de izquierdas. Que al final no sabes por dónde debes girar. Albert Rivera también hizo acto de presencia. Con requiebro para no decir dónde se sentará en esta legislatura. Para salir del paso dijo que prefería el banco azul. Toma, eso lo desean todos, pero el banco azul, visto lo visto, va muy caro. Fue recibido con aplausos a su entrada y despedido con lágrimas en el patio, las de un señor mayor que le prometió su voto y le ofreció «cambiar entre todos esto».
La jornada no tuvo desperdicio. Francesc Homs, el líder de la innombrable Convergència camuflada como Democracia y Libertad, retó a Rajoy a un cara a cara. No se tiene noticia de respuesta, salvo alguna carcajada en Génova. El presidente, que todavía se mesaba los pelos tras el traspiés o ...–pongan aquí su adjetivo preferido– de su equipo del alma que se puede quedar fuera de la Copa del Rey, empezó bien el día con un CIS que le da una cómoda ventaja pero sin luces de colores.
Para gobernar habrá que negociar y pactar, será duro, pero más vale empezar así que con el disgusto que se llevó Sánchez. Para ser presidente deberá pactar a tres y no creo que esto sea plato de gusto para los barones territoriales. Bien haría Emiliano García-Page en llevarlo la próxima semana al Obrador de Santo Tomé, en Toledo. Dicen que trae suerte. García-Page lo visitó en 2007 y 2011 y fue alcalde. En 2015 repitió y fue elegido presidente. La visita no come pan –ni mazapán– y no está de más acudir al obrador porque algo de suerte le hace falta a un Pedro Sánchez escaso de diputados con encuestas en la mano.
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