Martín Prieto

El suplicatorio como arcaísmo

El suplicatorio como arcaísmo
El suplicatorio como arcaísmolarazon

En Madrid el patíbulo estaba en la Puerta de Toledo y el verdugo debía distinguirse con una caperuza verde y una escalerita bordada y una vara para señalar los avíos en el mercado sin tocarlos. Previo pago el sayón frotaba la soga con agua regia para que el reo cayera bajo el tablado quedando a merced de los cofrades de La Paz y La Caridad que le indultaba cubriéndole con sus ropones. De ahí el dicho de «no te salva ni la Paz ni la Caridad». También eras indultado si casabas con una prostituta y hubo muchos que al contemplar la futura esposa arengaron al ejecutor para que hiciera sin trampas su trabajo. El abuso del vitriolo dio en sustituir la horca por el garrote vil. Un soldado colocaba las monedas de la justicia sobre el tambor al que daba una patada para que el vigolero tuviera que recogerlas del suelo. Acogerse a sagrado era otra manera de escapar al prendimiento ya que los templos disfrutaban de extraterritorialidad como si fueran Embajadas, pero todas aquellas picardías para librarse de la pena se han perdido en la nebulosa de los tiempos quedando sólo el aforamiento y el correspondiente suplicatorio. A los políticos, diputados y senadores, se les afora para garantizar su libertad de expresión en la defensa de la cosa pública y para que no te procesen por atacar la Constitución, llegado el caso, pero el privilegio se ha degradado y el fuero parlamentario vale para hurtarte al atropello de una abuelita o para que un amigo te refaccione la casa en términos impropios. El suplicatorio es un arcaísmo cuando se aplica a un procesado por lo que llamaremos «delitos comunes», y el aforado debería someterse a su juez natural y no al Tribunal Supremo que antes que una garantía es una gabela. Estas cosas no son para hoy porque entran en la gran reforma constitucional que habrá de venir cuando pasen las horcas caudinas de la crisis financiera europea. Pero gotean casos de políticos bajo fuero que recuerdan a la Paz y a la Caridad y al verdugo mañoso armado de una cuerda y pomo de ácido sulfúrico. En cualquier caso el artículo 71 de la Constitución es altamente confuso.