Política

Francisco Marhuenda

El tiempo nuevo de la Monarquía

El tiempo nuevo de la Monarquía
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La Monarquía es una pieza fundamental en el equilibrio institucional que ha consagrado la Constitución. Desde 1978 hasta la actualidad ha demostrado con creces su utilidad y eficacia. Nunca ha sido un problema sino una permanente solución a muchos conflictos que hubieran surgido con otro modelo que funciona en otros países pero que no ha sucedido lo mismo en la Historia de España. La división del poder ejecutivo entre dos figuras que pudieran ser o no del mismo partido tiene unos indudables inconvenientes que se hubieran visto incrementados, además, con el problema de los nacionalismo vasco y catalán que no se pudo resolver satisfactoriamente con las autonomías, aunque alumbró uno de los estados del mundo con mayor descentralización política y administrativa. Las diversas fórmulas que existen para organizar el poder ejecutivo así como la estructura estatal están ampliamente estudiadas y no es fácil importar o imponer un modelo cuando no responde a la evolución histórica de un país. La Monarquía ha evolucionado con España durante siglos, con los aspectos positivos y negativos que se producen en cualquier nación, pero con un balance que resulta muy satisfactorio. Otra cosa es el análisis antihistórico de aquellos que interpretan la Historia desde la mentalidad actual y sin tener en cuenta el contexto de cada época. Los españoles votaron la Constitución de forma muy mayoritaria y lo hicieron, además, en libertad. Una vez más resulta absurdo que aquellos que no vivieron la Transición pongan en duda la realidad del proceso que se produjo entre 1975 y 1982. Don Juan Carlos siempre sintió un legítimo orgullo por la figura de su heredero. No era solo la lógica satisfacción de un padre con respecto a su hijo, sino la certeza de que el cambio en la jefatura del Estado estaría en las mejores manos. Y así ha sido. Los primeros pasos de los Reyes han sido tan acertados como eficaces y la Corona incrementa su nivel de popularidad. Don Felipe y Doña Letizia no han defraudado las expectativas y la preparación de los herederos ha sido decisiva a la hora de asumir una responsabilidad que es mucho más compleja de lo que se pueda creer. El equilibrio de poderes hace necesario un ejercicio escrupuloso y ejemplar de la jefatura del Estado. Nadie espera que los Reyes sean infalibles, pero sin lugar a dudas tienen que ser ejemplares y responder a las exigencias de la sociedad que les ha tocado vivir. Era bueno que la Corona estuviera ejercida, al igual que ha sucedido en Holanda y Bélgica, por personas más jóvenes que puedan seguir el frenético ritmo de reuniones, actos y viajes que exige la jefatura del Estado. La renovación era positiva y Don Juan Carlos entendió que era el momento adecuado para dar el relevo. La prudencia, el rigor, la preparación y la capacidad de trabajo de Don Felipe eran perfectos para estos tiempos nuevos que demanda una sociedad que espera una regeneración. No ha sido solo una consecuencia de la crisis, sino de unos cambios necesarios en esta etapa histórica.