Jubilación

El trasero del cerdito

La Razón
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El Gobierno ha tenido que recurrir nuevamente a ese tapón de látex que protege los ahorros de la hucha en forma de cerdito y que suele colocarse estratégicamente entre la barriga y el trasero de la sonriente figura de barro. Se destapa, se introduce el cubierto de cocina, se extrae la cantidad requerida siempre que todavía quede «cifra» y se vuelve a recolocar el tapón sin necesidad de hacer pedazos al animalito. La paga extra de los pensionistas para esta Navidad es una contingencia a la que, hoy por hoy, la Seguridad Social no ha podido hacer frente sin tirar de una hucha que –huyamos de demagogias– se creó precisamente para estos casos. Es eso, una hucha, el fondo de reserva de las pensiones hoy arma política arrojadiza para algunos y sobre la que más adelante añadiré alguna consideración.

Antes, sin animo de contar «batallitas» y sí de poner a modo de recordatorio alguna cosa en su sitio, les apuntaré un par de experiencias periodísticas propias muy a colación del inevitable debate abierto sobre la necesaria reforma –esta sí que urge bastante más que otras– que garantice las pensiones del futuro. La primera fue escuchar hace ya algunos años a no pocos economistas y periodistas críticos con Aznar asistentes al foro Ambrosetti junto al lago de Como, acusarle de demagogo tras el anuncio del ex presidente en este foro de que crearía un fondo de reserva de las pensiones contra puntuales problemas futuros. El propio Aznar nos apuntaba con cierta sorna que «a algunos les costará asimilar que una medida como ésta fuera puesta en marcha por un presidente de derechas». De la otra fui testigo antes, en el ocaso de Felipe González al frente del Gobierno, esta vez en la localidad portuguesa de Azeitao. Fue ahí donde González, con su habitual pragmatismo, destapó la caja de los truenos al apuntarnos –recúrrase a la hemeroteca– que, o se abordaba una profunda reforma del sistema incluyendo fondos privados de ahorro o generaciones como la suya no tendrían asegurada 15 años después, que es cuando le tocaba jubilarse, la pensión. Hoy cualquier español medio tiene un fondo privado de pensiones, las públicas siguen garantizadas y Felipe no era tan salvaje librecambista. El Gobierno ha tenido que echar mano del cerdito –que está para ello– tres veces en lo que va de año, por eso la reforma es hoy mucho más imperiosa ateniéndonos a evidentes criterios demográficos, de correlación entre número de cotizantes y perceptores y hasta de simple solidaridad intergeneracional. También en este caso se requerirá de altura de miras especialmente en un PSOE que tiene en el citado ejemplo de González una clara referencia si es que quiere demostrar vocación de gobierno. Todo lo demás ya lo conocen, promesas de jubilación a los 60 años por parte de quienes cuando llegan al Gobierno, como en Grecia, acaban por bajar las pensiones un 20%. Igual alguien repara, ahora que se pretende abrir el melón de la reforma constitucional, en que alguna otra como la de las pensiones se hace bastante más urgente.