Estados Unidos
El traspaso de poder en EE UU
Asistimos estos días al final del mandato de Obama y la llegada de Trump a la presidencia de los EE UU, y el espectáculo que estamos viviendo es deplorable. Casi nadie en el mundo contemplaba la victoria de Trump. La progresía, el «establishment» y los medios de comunicación –mayoritariamente izquierdosos–, además de no contemplarla, no estaban dispuestos a aceptarla. Pero el pueblo americano apostó por Trump y todos ellos entraron en pánico y en cólera. Y aquello de lo que acusaban a Trump –«que no reconocería la victoria de Clinton»– lo hicieron suyo con toda virulencia contra Trump. Las formas y algunas expresiones de Trump facilitaron esas críticas y la justificación de sus posiciones, pero en modo alguno amparan sus antidemocráticas actitudes tras su victoria. A lo largo de la campaña, y más desde que ganó las primarias, los ataques personales se fueron elevando de tono. La práctica totalidad de los medios de comunicación relevantes le han atizado sin piedad y han apostado descaradamente por la candidata demócrata. La implicación personal de Obama, cuya animadversión quedó patente con motivo de una cena en la Casa Blanca en la que le ridiculizó por sus acusaciones de no haber nacido en EE UU, ha ido creciendo a medida que Clinton no se despegaba en las encuestas.
Desde la victoria de Trump las resistencias, las descalificaciones y la falta de lealtad institucional para facilitar un relevo institucional ejemplar, como ha ocurrido siempre en la democracia norteamericana, ha sido la nota dominante. Pero la utilización de los servicios de Inteligencia para difundir informaciones no contrastadas que ponen en cuestión la independencia y honestidad del futuro presidente con la connivencia de algunos medios que pasan por ser los más reputados, objetivos e independientes, ha superado las mínimas reglas deontológicas exigibles.
El análisis de su contenido, procedencia y fiabilidad deja en muy mal lugar a la prensa que los ha publicado, a los servicios de Inteligencia que los han hecho suyos, y a la administración Obama. Un ex espía inglés que recibe un encargo para investigar a Trump (de quién, por qué y para qué) concluye, según sus fuentes en Rusia, que el Gobierno ruso le tiene comprometido por unas fotos con prostitutas y presuntos negocios allí, nada de lo cual está acreditado ni verificado por este espía (ahora desaparecido), ni por los servicios secretos americanos, quienes, pese a darle escasa fiabilidad, lo incluyen en los suyos filtrándose a la prensa.
Es muy preocupante que la primera democracia del mundo y sus principales instituciones hayan caído en esta práctica antidemocrática y peligrosa de utilizar el aparato del Estado y la connivencia de medios poco profesionales para atacar y eliminar adversarios. Trump no sabemos si será o no un buen presidente, pero es peligroso e inadmisible, y no tiene precedente, que el «establishment», la progresía y la prensa americana no acepten perder y traten de boicotear su llegada.
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