Alfonso Merlos
El trilero
Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Treinta años en las alcantarillas y las cloacas, en los pasillos y los despachos de la política y el Estado dan para demasiado. Pero no deben ser pretexto para que el que los lleva a sus espaldas tome al conjunto de los ciudadanos por idiotas. Por muy bien que se le dé el manejo de estos ardides: lo de escurrir el bulto o tender una cortina de humo, lo de propalar datos y relatar hechos que ayuden a tapar la más incandescente e incómoda realidad. Peor aún es que Rubalcaba ejerza de vulgar trilero, de tramposo. Y que elija como parte del decorado nada menos que la sede parlamentaria. No está España para que el jefe de la oposición nos invite a juegos de apuestas fraudulentos con el propósito de que averigüemos, siguiendo con la vista, en cuál de los tres escondites se oculta la bolita. ¡Cuánta impostura y cuánto teatro!
Digamos la verdad: el numerito del secretario general del PSOE obedece al único objetivo de relegar a un segundo o tercer o cuarto plano los escándalos que golpean la cima y las faldas de su partido: un ministro –el de las gasolineras– acosado por el tráfico de influencias, un alcalde en Cataluña que acumula tres o cuatro estrafalarias dimisiones, una trama pestilente de espionaje orquestada desde esa sufrida comunidad por sus correligionarios y –last but not least– un aparato en Ferraz cuyo número dos (¡ay, Elena!) se dedica a hacer poemas en su blog en lugar de difundir los balances de los últimos años para conocimiento de los españoles. Hemos pasado del numerito del Skoda rojo y el parquímetro al del «aquí tienen mi nómina, soy más pobre que Rajoy». Seguro que es posible que los socialistas sean serios y transparentes dejando de lado la pantomima y la fantochada. ¿Empezamos hoy?
✕
Accede a tu cuenta para comentar