Política

Pilar Ferrer

El último eslabón del aznarismo

El último eslabón del aznarismo
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Primeros de julio de 2012. Jaime Mayor Oreja y su esposa, Isabel Bastida, casan a su hijo mayor, José María, con Carmen Mesa. Una boda oficiada por el cardenal Antonio Cañizares y el párroco de Boadilla del Monte, dónde la familia tiene su residencia desde hace años. Allí estaban todos, la vieja y nueva guardia del PP, con dos testigos de excepción que firmaron en el libro ceremonial: José María Aznar y Mariano Rajoy. Ambos, con sus mujeres, Ana y Elvira, habían acudido al enlace como muestra de la buena relación personal con uno de los históricos del partido. Meses antes, en marzo, la hija menor de Mayor Oreja, Isabel, contraía matrimonio en el mismo lugar con Miguel Ferre. Y de nuevo, la estampa política de los populares era idílica, en excelente sintonía.

Pero muchas circunstancias, el vértigo político, iban poco a poco minando una relación en la que Jaime se sentía incómodo. En la pasada cumbre del partido, celebrada en Toledo, se justificó su ausencia porque estaba a punto de ser abuelo y acompañaba a sus hijos en la clínica universitaria de Navarra. En aquella reunión, sólo Mariano Rajoy sabía la verdad. Ambos habían hablado por teléfono la víspera de Reyes y se citaron en La Moncloa unos días después. Fue entonces cuando Oreja le trasladó al presidente su deseo de no encabezar la lista al Parlamento Europeo. Fiel a su estilo prudente, Rajoy le pidió que lo meditara, cosa que aceptó hacer. Pero ya lo tenía decidido y era difícil cambiar de opinión. La pasada semana, Jaime Mayor le comunicó al presidente que su renuncia era irrevocable.

Según fuentes de Moncloa, Rajoy ha sido respetuoso con la decisión de Oreja. «Nunca le hubiera forzado a nada, han sido muchos años de trabajo juntos y la relación personal sigue siendo buena». En el entorno de Oreja coinciden en que el ex ministro del Interior no se sentía cómodo con algunas decisiones del partido y del Gobierno, sobre todo tras la liberación del etarra Bolinaga. Las consecuencias de la «doctrina Parot», con las excarcelaciones masivas de terroristas, fueron la «gota definitiva», según estas fuentes. Todos coinciden en su total distancia con la actual cúpula del partido en el País Vasco desde la salida de su gran protegida, María San Gil. Esto, unido a que éste sería su tercer mandato como eurodiputado y el deseo de volcarse más en su familia, contribuyeron a su negativa a volver a Estrasburgo.

Jaime Mayor Oreja es el prototipo de un «halcón» de la política, donde lo ha sido todo. Pertenece a una larga estirpe de empresarios donostiarras y políticos tradicionalistas. Nieto de Marcelino Oreja Elósegui, que murió asesinado durante la Revolución de octubre del 34, sobrino de varios procuradores en las Cortes franquistas, y de Marcelino Oreja Aguirre, que fue ministro de Exteriores con UCD, y quien le introdujo en política. Educado en los marianistas de San Sebastián, ingeniero agrónomo, hijo de un importante ginecólogo vasco, Jaime militó en el PDP de Óscar Alzaga, despuntó muy pronto en el sector democristiano de UCD y ocupó diversos cargos en el Gobierno vasco. Tras el fracaso ucedista, entra en el PP y, en el año 89, Manuel Fraga le encargó reorganizar y liderar el partido en el País Vasco. Una vertiginosa carrera que le llevó a ser diputado desde el año 96 y ministro del Interior con José María Aznar.

De ideología conservadora, que nunca ha ocultado, católico practicante, Mayor Oreja se convirtió en uno de los «pesos pesados» del aznarismo. Fue implacable en la lucha policial contra ETA y su nombre estuvo en la terna para suceder a José María Aznar, junto con Mariano Rajoy y Rodrigo Rato. Entonces, eran conocidos como «los tres tenores», pero finalmente el elegido fue Rajoy. Su relación siempre ha sido respetuosa, y Rajoy confió en él para dirigir la delegación española en Europa. Pero últimamente, Jaime Mayor no ocultaba en privado su desafección hacia algunas pautas del partido. Según sus allegados, añoraba los tiempos del «aznarismo». Ahora, todo es distinto y ha preferido dar un paso atrás.

Hombre afable y exquisito en el trato, ha tenido un estupendo contacto con los periodistas, a quienes en su etapa de ministro invitaba a almorzar en un restaurante donostiarra muy conocido. Siempre llevaba a gala definirse como «un vasco de cuna y linaje». Amigo personal del ex presidente Aznar, ambos matrimonios se han seguido viendo a menudo. Por una de sus grandes pasiones, la bicicleta de montaña, guarda el recuerdo de un fuerte accidente que le mantuvo ingresado por varias fracturas. Apasionado de la jardinería, que practica en un pequeño huerto en su casa de Boadilla, su obsesión ha sido, sin tregua, la lucha contra ETA.

Azote incansable del nacionalismo, Xavier Arzallus se refería a él como «el cura Oreja», por lo que el ex ministro le recordaba con ironía sus tiempos en el seminario. Según sus íntimos, ha adoptado una decisión «coherente y meditada».

Otros dirigentes del PP critican que lo haya hecho en un momento tan delicado. En su entorno insisten en que seguirá en el PP y no se marchará con Ortega Lara, el hombre a quien liberó, siendo ministro del Interior, del terrible secuestro etarra. Pero todos coinciden en que con Jaime Mayor se cierra una etapa: es el último eslabón del «aznarismo» puro y duro.