Ely del Valle

El «yoyas» del Peñón

Picardo, que lleva un verano sembradito, se está revelando como un dirigente bastante básico tirando a zafio. Su táctica ofensiva carece de la más mínima elegancia, seguramente porque está pensada más con las vísceras que con el cerebro.

Para evitar que los pesqueros españoles puedan faenar opta por el bloque de hormigón tuneado, que es de ser muy bruto. Nada de estrategias sofisticadas. Pedruscos a la mar y a otra cosa. Ahora, para tocar las narices principalmente, ha girado las cámaras que controlan la parte gibraltareña de la frontera, con la intención de grabar la actuación de la Guardia Civil, que vigila la parte española. Dice que con las grabaciones va a ir a quejarse a Europa. No sé a qué belga le va a tocar el visionado, pero le compadezco.

Tan práctica –y sobre todo, barata– medida va apuntalada por una carta de reclamaciones, redactada con alguna falta de ortografía, que los gibraltareños podrán bajarse por internet para plasmar su cabreo por las colas en la aduana. Suponemos que el intrépido ministro principal querrá adjuntarlas a las cintas de vigilancia, con lo que mi compasión por el receptor bruselense aumenta exponencialmente.

Y entre una cosa y otra, Picardo ocupa su tiempo libre en amenazar a los pescadores, desmentir lo que no le gusta, seguir robando arena, idear nuevas formas de hacernos la cusqui, e insultar al Gobierno de España, que se mantiene firme y se remite a los tribunales internacionales, tal y como ha explicado el ministro Morenés.

Podíamos haber tenido la fortuna, puestos a defender lo nuestro, de haber entrado en conflicto con un gentleman de la diplomacia. Por desgracia, lo que tenemos en frente es un chuleta de los que llevan la «yoya» por bandera. Si existiera un «Gandía Shore» para políticos, Picardo sería el rey del mambo.