Alfonso Merlos
El zorro
Craso error el de poner el lobo a cuidar de los corderos o dejar al zorro a cargo de la tranquilidad del gallinero. Pero es lo que hay, la imperfección de la democracia: no sólo por la tacha ética que pueden tener los sufragios a beneficio de ciertas formaciones de repugnante catadura moral, sino por la debilidad que exhibe el poder judicial siendo incapaz de frenar el acceso de partidos/siglas/plataformas como Bildu/Sortu/Amaiur a las instituciones. Una mancha. La peste. La factura que los defensores de las libertades fundamentales terminamos pagando. Es el caso de libro del actual Gobierno municipal de Pamplona. La terrible coherencia. Si los aupados al poder son aquellos a los que la Policía, la Guardia Civil, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo consideraron testaferros de ETA (¡en su conciencia lo llevarán, señores del Constitucional!), ¿por qué no hacer jefe de las Fuerzas de Seguridad locales a un «comisario» de Ekin? Va de suyo. Tiene experiencia. Da el perfil. Sintoniza. Porque aquella nauseabunda organización se fundó en el seno de un entramado criminal para azuzar el terrorismo callejero, para imponer un régimen de miedo entre los círculos etarras/proetarras garantizando que imperase el orden entre la militancia. El asco y el delito. Y a eso se regresa ahora, previa fallida operación de blanqueo, en no pocos ayuntamientos vascos y navarros. En efecto, es el retroceso clamoroso de la convivencia en ciudades y pueblos del norte de España. Un experimento nuevo que bebe de viejas fórmulas. Los mismos perros con distintos collares. No la regeneración sino la degeneración. La involución. Como Sísifo, parecemos condenados a volver a empujar una gran piedra montaña arriba evitando que vuelva a caer rodando hasta el valle. ¿Lo conseguiremos?
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