Emoción por todo lo alto

Emerge el Barcelona (0-8) y Atlético (0-1) y Madrid (3-0) no desfallecen. Crece la emoción en esta Liga de final incierto. Muestra el Barça puntos débiles, lagunas, despistes que le descubre la angustia, leves caídas de tensión que frente a rivales de corte parecido serían mortales. Pero el Deportivo es inferior, un coladero, un equipo minúsculo frente a otro que en horas bajas exhibe esplendor añejo. No encontró resistencia en ese profundo agujero que en la primera vuelta empató a dos en el Camp Nou con mucho menos en juego que en Riazor, donde Borges y Oriol Riera erraron lo más sencillo, sorprendidos por sendos lapsus defensivos con el 0-1.

Vencía el Barcelona con holgura, saltaba de alegría Luis Enrique, calentando para el «fiestón», mientras Messi y Luis Suárez destrozaban la pueril oposición blanquiazul. Empujó el uruguayo a Sidnei en el primero de los cuatro que firmó; luego el empellón se lo llevó él y no fue penalti. El árbitro mantuvo el criterio: empujar en el área no es falta.

Messi centraba, Suárez goleaba y Neymar, hasta que metió el sonrojante 0-8, deambulaba como si estuviera rodando una película diferente. El Deportivo, inofensivo durante 88 minutos, renovó el alicaído ánimo azulgrana, despejó dudas sobre la capacidad ofensiva del líder y, cual bálsamo fierabrás, resucitó al muerto que sólo estaba dormido.

Cumple el Barcelona una de las cinco penitencias. El Atlético consume con éxito una final, sostenido por el gol de Torres que emite señales de Selección, y prosigue invicto en el nuevo San Mamés. En el Bernabéu correspondía al Madrid no apearse en marcha del tren de la Liga. No viaja en preferente, pero está. Mantiene la esperanza, sin desviar la mirada de los dos lebreles que por delante no ceden, y sumó tres puntos imprescindibles ante el Villarreal. Benzema, repudiado por sus paisanos y aclamado por el madridismo, abrió la puerta de la victoria. Con el 3-0, Cristiano, dolorido, se fue sin avisar. Literal. Emoción por todo lo alto en esta Liga por entregas.