Partidos Políticos
En el nombre del padre
Recuerdo muy bien, cuando empecé en esto tan divertido que es el periodismo y me eché por primera vez las cámaras de fotos a la espalda para ir a la guerra, que me sentía eufórico. Era libre, creía tener el destino en mis manos y me sentía impulsado por las mismas fuerzas que durante siglos han empujado a millones de jóvenes. Ni siquiera se me pasaba por la cabeza que otros aspirantes a reportero habían recorrido esa senda antes que yo. Mi lema del momento era «no me aconseje, déjeme equivocarme solo» y, parapetado en esa actitud tan juvenil e iconoclasta, fui durante cierto tiempo impenetrable a toda orientación, guía o asesoramiento.
No voy a decir que me arrepienta, pero quizá me hubiera ido mejor en algunos aspectos de la vida de haber escuchado con mayor atención las opiniones ajenas.
Los partidos políticos se parecen más a las empresas que a las personas, pero incurren a menudo en los errores y defectos de éstas.
Estoy pensando en Ciudadanos, un partido adolescente aquejado de esa especie de fiebre que le hace inmune a los consejos.
Si uno aplica la lógica y piensa qué sería lo mejor para Albert Rivera y los suyos y de paso para España, creo que casi todos coincidiremos en que lo ideal es que se dejaran de zarandajas y entraran en el próximo Gobierno.
Negociando a fondo y exigiendo, además de un calendario de reformas concretas, la vicepresidencia y un par de ministerios de lucimiento, así como de una cuota de representación en esos 4.000 puestos clave que llegan con el poder y entre los que está desde RTVE a la SEPI. La operación entraña sus riesgos, pero bastantes menos que quedarse fuera del reparto, intentando patéticamente competir en demagogia desde los bancos de la oposición con Podemos y el PSOE. Después de haber pintado tantas veces a Rajoy con «línea roja», no es un trago dulce votar a su favor en la investidura y anunciar que te vas a sentar a su lado en los Consejos de Ministros, pero esas cosas pasan rápido.
Máxime si eres capaz de vender a la gente que tu eres el catalizador del cambio, el factor que regenera la vida política española, el partido que ha logrado jubilar a unos cuantos dinosaurios y poblar de caras nuevas La Moncloa y sus aledaños.
A Rivera le ha ido tan bien en los últimos tiempos, que se ha hecho impermeable a los consejos, pero quizá, como nos pasa a todos, debería escuchar alguno.
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