Julián Redondo
En el punto de mira
Una racha de veintidós victorias consecutivas y la adjudicación del Mundial de Clubes instó a negociar una prórroga en el contrato de Carlo Ancelotti, vigente hasta el 30 de junio de 2016. Ni él ni el Madrid se apresuraron. Las prisas en los despachos del fútbol son tan malas como buenas para los ladrones y los malos toreros. Comenzó 2015 en las antípodas del último trimestre de 2014 y a falta de dos jornadas para que termine el campeonato, prácticamente sentenciado por Luis Enrique y sus huestes rotatorias, los cuatro puntos de ventaja sobre el Barça en Navidad son ahora cuatro de rémora. Sin Copa, tras la eliminación a manos del Atlético que luego pagó el pato en «Champions», casi sin Liga y con la derrota por 2-1 en el Juventus Stadium, el partido contra la «Vecchia Signora» es crucial.
Ya no hay conversaciones para que Ancelotti continúe más allá de 2016 y los rumores apuntan a que su periplo madrileño va a terminar, seguro, con un año de antelación si no hay viaje a Berlín, y probable, si no hay «Undécima». El técnico está en el punto de mira y muy a su pesar comparte espacio en la diana con Casillas. La situación del guardameta se antoja insostenible tras un proceso de degradación que empezó el día en que se le ocurrió establecer contacto con Xavi y Puyol para que la atmósfera de la Selección fuera más respirable y entre todos pacificar el grupo. Su entrenador de entonces lo consideró una traición, un sector de la afición madridista se alineó con el recién llegado y sin misericordia condenó a la leyenda, que sigue pagando por ello. Ése fue el pecado capital de Iker, preocuparse por la salud y la imagen del equipo nacional, que, por cierto, ganó la Eurocopa.
Ni aunque vuelva a obrar milagros, que se echan de menos, le van a perdonar. Está sentenciado. Han llegado a declararle culpable de la lesión de Modric. Ancelotti le defiende, consciente de su destino.
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