Julián Redondo
En la ciénaga de Shrek
El fondo de la zafiedad supera los confines de la zona abisal. No hay límites, ni para la capacidad de sorpresa del ser humano ni para las ocurrencias de algunos homínidos de dos patas que en la utilización de la metáfora miden el eco, pero no la trascendencia. Son irracionales. Por mucho que se empeñe TV3, las hienas no visten de corto y su comparación con algunos jugadores del Real Madrid es tan cruel y burda como desafortunada. Por no incurrir en el error de mirar en el archivo para ver quién la tiene más larga, porque ni Casillas ni Xavi, por poner sólo dos ejemplos de exquisita deportividad, merecen que nadie empañe su amistad, baste pensar en el clásico de Copa, capítulo II, y en las consecuencias de calenturas como ésta. Incitar a la violencia sólo puede traer cabezas de cochinillo que no por norma van a disfrutar de amnistía federativa.
Si el próximo día 26 hay altercados en el Camp Nou, seguro que la culpa no será ni de Pepe ni de Messi. Ni la tiene Shrek de que en su ciénaga haya más vecinos que en la macrourbanización de Paco «El Pocero» en Seseña. Tarde o temprano la verdad sale a la luz y el mentiroso, el corruptor y el corrupto quedan al descubierto. Ejemplo: la «operación Puerto». Siete años después aún aflora porquería a la superficie. El último tramposo, Mario Cipollini. Ahora sus victorias están en tela de juicio y resulta difícil creer lo que entonces contaba cuando ganaba con una pierna: «Después de hacer el amor, me como una onza de chocolate y gano el sprint». Ocultaba la marca: «Chocolates Eufemiano. Fuentes de energía».
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