Alfonso Ussía
Entre Dios y Belén Esteban
Nadie puede regatearle méritos al padre Ángel. Es un hombre bueno, que no es lo mismo que un buen hombre. He tenido la suerte de conocer a muchos sacerdotes tan dedicados a la justicia social, los derechos humanos y el alivio de los afligidos como el padre Ángel. Sacerdotes y personas que, sin necesidad de figurar en los carteles, han hecho por los perjudicados, los perseguidos, los despreciados y los humillados lo mismo, o más, que el padre Ángel. Mi admiración y afecto hacia la obra del padre Ángel no admite discusión alguna en mi conciencia. Me consta que después de leer este texto, y en una situación de indefensión absoluta, el padre Ángel me acogería con los brazos abiertos en sus recintos de caridad. Sucede que al padre Ángel le gusta la publicidad y la popularidad más que a Baltasar Garzón una montería, una localidad de burladero en los toros, un «bienvenido, don Baltasar» en Horcher o Zalacaín, o un premio concedido por Cristina Fernández, Nicolás Maduro o Raúl Castro. El problema del padre Ángel es su doble personalidad. En ocasiones, por cultura, sensibilidad cristiana y amor a los desheredados, se sitúa en los aledaños celestiales de San Juan de la Cruz. Pero en otras, se acerca en demasía a Belén Esteban, Chenoa y Pilar Bardem. Se produce en el ánimo del padre Ángel una permanente colisión entre el santo y el publicitario, y esa confrontación me entristece la opinión. He conocido a misioneros que entregaron sus vidas por los demás en tierras lejanas, que dejaron gastar sus sandalias en las selvas del Perú, Brasil y Venezuela, y que no hicieron jamás paisaje de su bondad y su dedicación por los más débiles. Y hubo otros, que en aquellos tiempos de confusión y controversia, apoyaron la llamada «lucha armada» protegidos por la Teología de la Liberación, que terminó abrazándose a la violencia. Entre ellos el siempre recordado y brutalmente asesinado en El Salvador padre Ellacuria, que en un programa de Mercedes Milá, estableció una diferencia entre un coche-bomba y una bomba en un coche, en referencia a un acto terrorista de la ETA.
Ha declarado el padre Ángel que Pablo Iglesias es estupendo y que Podemos ha sido fundamental para la recuperación de la decencia política en España. Ha reconocido su admiración por Pedro Sánchez. Y ha manifestado que a Jesucristo lo habrían asesinado hoy, con anterioridad a cumplir sus 33 años, «los sacerdotes, los obispos y los políticos». Este padre Ángel, que aparece como un siervo de Dios siempre sonriente y abrazafarolas, le sucede lo mismo que a Belén Esteban. Que necesita del chisme y de la confusión para seguir adelante. La ventaja del padre Ángel sobre Belén Esteban es que hay recorrido de amor y de perseverante caridad en su trayectoria, en tanto que Belén Esteban, a quien no conozco, es un producto televisivo cuyo impacto social admira sin fronteras el padre Ángel, por motivos diferentes.
El padre Ángel distribuye sus votos, pero se me antoja, como dicen en Cabuérniga, muy mentirosísimo. Ha apoyado a Suárez, a Felipe González, a Aznar, a Zapatero, a Rajoy, a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias. Y dice que ha sentido el impulso de Don Juan, de Don Juan Carlos y de Felipe VI. Que me aten esa mosca por el rabo. El padre Ángel, y mucho lamento escribirlo, es un sonriente, educado y bondadoso farsante. Decir que Pablo Iglesias ha sido el regenedador de la dignidad política en España y que a Jesucristo lo habrían crucificado los sacerdotes, obispos y políticos de hoy, es de una frivolidad aplastante.
Acuda a los programas del corazón. Es el Belén Esteban de la Iglesia, que como usted sabe, es capaz de soportar a miles de belenes esteban durante más de veinte siglos. Padre Ángel, lo siento. Se ha enfangado. Y no tengo la suficiente paciencia para limpiar sus restos de barro. De barro santo, por supuesto.
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