Alfonso Ussía
Entusiasmo descriptible
Decenas de miles de lectores de ABC seguían a César González-Ruano. Un gran escritor con nubes cimarronas sobre su persona. Le gustaba presumir de ser hijo natural de Alfonso XIII, necia presunción porque no lo era. Aprovechando su popularidad y su prestigio literario, el alcalde de Guadalajara le convenció para que impartiera una conferencia en su ciudad, generosamente remunerada. Se adaptó un recinto ferial para que las multitudes alcarreñas pudieran seguir cómodamente el desarrollo de la charla, y como el alcalde era previsor, se guardaron en un almacén más de 200 sillas plegables para acomodar a los rezagados de siempre. A la hora fijada para el inicio del acto cultural, en aquella inmensa nave, apenas había diez personas, de las cuales, cuatro eran familiares de Ruano. Una enorme sala deshabitada. Ruano dio la conferencia, cobró, y al despedirse del atribulado munícipe para retornar a Madrid, le comentó: –Señor alcalde, hay que reconocer que mi presencia en Guadalajara ha levantado un entusiasmo descriptible–.
Ruano era culto, irónico y cínico. Y encajó bien su decepción. He recordado el episodio de Ruano en Guadalajara mientras leía lo del batacazo de Pedro Sánchez en su intento de recuperar a la banda de la «Zeja» que apoyó a Zapatero. Cuatro monos, dicho sea con todo el respeto que me merecen los asistentes y los monos. Sánchez, custodiado por sus dos musas regeneradoras, Zaida Cantera e Irene Lozano, recibió en una sala del Palacio de los Deportes de Madrid al mundo de «la cultura». Pero de aquella muchedumbre de la «cultura» que se situó al lado de Zapatero, tan sólo asistió una decena de supervivientes. El dibujante «Forges», el publicista Xavier Sardá, la actriz Berta Ojea y el imprescindible Paco Clavel. Todo ello mientras sonaba, con la emoción que siempre conllevan sus acordes, la canción «Hoy puede ser un gran día», interpretada por el renombrado músico Alejo Stivel, experto en zarandear sensibilidades solidarias y sostenibles anestesiadas. No dieron con la canción apropiada, porque no fue un gran día y la capacidad de convocatoria de Sánchez y sus musas dejó bastante que desear. El mensaje del acto merece la pena que sea recordado: «Nos une Pedro», «NosUnePedro» en versión «Twitter». A las célebres y atroces «Lentejas de Mona Jiménez» acudía más gente, como a la entrega de las «T» de Triunfador que concedía Titi Severino, a la que no tuve el gusto de conocer. Una preciosa «T» de plata de «Triunfador» o de Titi, que tanto monta o monta tanto.
Cuando se carece de capacidad de convocatoria es fundamental contratar a un profesional del ramo de las listas sociales. Ninguno como el siempre recordado Ángel Gil, capaz de reunir a dos mil personas en torno a un anfitrión que no conocía a ninguno de sus dos mil invitados. Está claro que ni Zaida ni Irene, las regeneradoras, cortan el bacalao en ese mundillo tan caprichoso y volátil. Si además del mensaje «Nos Une Pedro», se hubiese añadido otro más sugerente «Prometemos Subvenciones», la sala del Palacio de los Deportes se habría llenado de personalidades de la «cultura». Se me olvidaba constatar que también asistieron Carmen Alborch, Santiago Zannou y Pilar Pérez Solano. Un imperdonable olvido que queda subsanado.
Un observador o analista mediano, incluso inexperto, llegaría a la siguiente conclusión: «Pedro une a muy pocos». Conclusión harto desmoralizadora y afligida. No obstante, de los errores nacen los posteriores aciertos, y la próxima cita con la «cultura» de Pedro Sánchez puede superar con creces, a la convocatoria de la conferencia de González-Ruano en Guadalajara. Sánchez une con entusiasmo muy descriptible.
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