Pilar Ferrer

Escudado en la peineta

Escudado en la peineta
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Son otros tiempos. Eso debe pensar Luis Bárcenas, el ex tesorero del PP que campaba a sus anchas por la sede de Génova, amparado en su amistad con Luis Fraga, sobrino del «patrón» fundador, y la protección de Ángel Sanchís, su auténtico valedor. Este último, poco antes de estallar el «caso Naseiro», era un hombre muy simpático, que invitaba con frecuencia a almorzar a periodistas. Presumía de controlar las finanzas del partido y de su enorme finca en Argentina. Allí cultivaba una variedad de cítricos muy selecta, con cuyo zumo obsequiaba a compañeros y cronistas. Se le conocía por ello como «El hombre del pomelo rojo».

Pero las cosas son ahora muy diferentes. Con la llegada de María Dolores de Cospedal, la altivez de Bárcenas no encontró hueco. Ya no entraba en el despacho de la Secretaría General a sus anchas y todo empezó a complicarse con las famosas cuentas de Suiza. La nueva dirección de la etapa Rajoy no estaba dispuesta a ceder a chantajes y, mucho menos, a ligar su futuro a un tipo tan espúreo. Fue entonces cuando Bárcenas comenzó a despotricar y su proceso de denuncias contra el partido. La Justicia dirá si este camino le salvaguarda o le sepulta del todo.

Porque aquí, lo importante es lo anunciado por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santa-maría: el gran pacto anticorrupción y las reformas de la Comisión de Trabajo bajo la batuta del secretario de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón, un político serio, que conoce muy bien la Administración y el Congreso. Los ciudadanos quieren, ante todo, contundencia frente a los desmanes. Mientras, a Bárcenas le queda escudarse en su chulesca peineta y aguardar el veredicto de los tribunales.