Gaspar Rosety
Escuelas de directivos
Recuerdo que, en los inicios de los años setenta del pasado siglo, surgía la demanda imperiosa de crear escuelas de directivos ante la incapacidad de algunos responsables. Eran latiguillos convertidos en latigazos. Algunas personas, con criterios basados en la coherencia y en la asunción de la realidad, hemos intentado treinta años después formarnos para gestionar el fútbol, tras un análisis minucioso de su realidad e intentamos, sobre esos conocimientos unidos a la experiencia, mejorar unas estructuras que antes se hallaban ancladas en el paleolítico inferior y que ahora se están modernizando a pasos agigantados.
Sin embargo, después de cuatro décadas, hay quienes dirigen los destinos de clubes con desigual acierto o, lo que es peor, con idéntico desacierto. Los clubes necesitan profesionales que conozcan materias imprescindibles para una adecuada administración y para la obtención de los mejores resultados. También deportivos, es decir, futbolísticos. No sólo económicos. Por ello, no bastan los licenciados en Ciencias Exactas ni los Graduados en ADE para manejar empresas que contienen un componente altamente variable y que influye decisivamente en los datos finales de cada una de ellas.
La empresa futbolística necesita gentes bien preparadas, con una formación sobresaliente que, al mismo tiempo, sienta la necesidad urgente de estar en manos de personas que conozcan el fútbol, que lo hayan mamado desde la cuna y que sepan los códigos que no se aprenden en las aulas sino en esos vestuarios que huelen a linimento y en la hierba de los modestos campos de entrenamiento donde, a veces, todavía llevan las porterías al hombro. El fútbol necesita especialmente a la gente del propio fútbol. Los echo de menos al frente de las nuevas y grandes estructuras del siglo XXI. Humildes, honestos, trabajadores.
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