José María Marco
España va muy bien
El centro derecha francés lleva muchos años dedicado a los torneos internos entre caciques –tan brillantes e ingeniosos como entretenidos, eso sí– y otros tantos sin esforzarse por poner en marcha las reformas indispensables para sacar a su país del estancamiento. Al socialismo le ha pasado algo parecido, aunque agravado, y la Presidencia de Hollande, cinco años echados a perder, ha mostrado la impotencia en la que se encuentra la izquierda.
En nuestro país, el PSOE sufre una crisis similar y tampoco se atisba una pronta recuperación. El panorama es distinto en el centro derecha, donde el PP ha logrado permanecer unido, a pesar de alguna veleidad personalista, y ha puesto en marcha las reformas que hoy nos empujarían a decir, si estuviéramos menos acomplejados y no nos mostráramos tan autocomplacientes, que España va bien. Mejor dicho: muy bien.
Por eso en nuestro país, el electorado tiene todavía al PP como referencia y el nuevo centrismo de Ciudadanos, aunque más consolidado que su homólogo macronita, está lejos de alcanzar al éxito que ha tenido este. El éxito del PP, por su parte, tiene un flanco abierto, que es la corrupción. Es una corrupción pasada, sin duda (tampoco es muy antigua) pero el ritmo de las investigaciones y de las instrucciones judiciales la hace aflorar en momentos inesperados.
En el PP deben de saber que no pueden sobreactuar, precisamente para no poner en peligro la continuidad que es la clave de su subsistencia. Tampoco pueden dejar de dar signos inequívocos de distancia, como los que dio en su día María Dolores de Cospedal: el asunto del Canal de Isabel II es brutal en sí, y ataca un punto sensible, como es la lealtad al PP de uno de sus electorados más fieles. Tal vez lo más inteligente sea intentar que la renovación imprescindible, que ya se ha realizado en buena medida, culmine de la forma más aséptica posible, sin complicarla demasiado en enfrentamientos de poder interno y dejando que cada uno vaya asumiendo las responsabilidades propias e intransferibles. Es una tarea endiabladamente difícil, pero si hay alguien capaz de gestionarla con el menor desgaste posible –sólo eso sería un triunfo– ese es Mariano Rajoy. Las razones no hace falta explicarlas, y es eso lo que permite entender por qué de Rajoy se pueden esperar estas cosas.
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