Julián Cabrera
«Españolita»
Julián CABRERA
Hay un argumento que solía manejar Francisco Fernández Ordoñez durante su última etapa como ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Felipe González que mostraba una verdadera y auténtica clarividencia política y que solía repetir en algún encuentro de esos llamados «informales» con periodistas entre los que tuve ocasión de ser testigo. Apuntaba «Pacordoñez» que el sistema educativo que acababa de echar a andar en esos años tanto en el País Vasco con las «ikastolas» como muy especialmente en Cataluña acabaría dando, a la vuelta de unos veinticinco años, con el resultado de lo que comenzaba a ser por aquel entonces un perfecto vivero de independentistas.
El argumento del histórico ministro socialdemócrata no puede revelarse ahora como más atinado. No tanto en Euskadi que durante décadas vivió la terrorífica realidad de ETA y hoy asiste a una pragmática situación en la que la independencia ya no es prioridad entre los ciudadanos, como en Cataluña donde a ese sentimiento inflado durante años desde la propia escuela se suma llegados a este punto, una situación en la que el proceso soberanista coloca a niños y jóvenes, a alumnos en general en el ojo de huracán de un conflicto político que nada debería tener que ver con la formación de futuros ciudadanos.
Cuando se traslada a la escuela el debate y la tensión política ocurren casos –muchos de ellos no denunciados– como el de un colegio de Sabadell en el que unos padres han tenido que denunciar meses de acoso de otros alumnos a su hija de siete años simplemente por llevar un escudo de España en su cuadernito de lengua castellana además del escudo de Cataluña en el de lengua catalana. No se trata solo de si hay un mayor o menor conocimiento de los ríos o de la historia de la nación española, se trata sobre todo de una no muy cuantificada proporcionalidad entre la crispación de la calle y su reflejo en unos menores cuyas imágenes no olvidemos, incluso fueron utilizadas para promocionar el soberanísmo en televisión antes del referéndum ilegal del pasado 9 de Noviembre.
Las verdadera preocupación que hace décadas mostraba Ordóñez con su pronóstico a largo plazo se muestra ahora de forma más o menos subliminal, no solo con el adoctrinamiento para la asunción por parte de los menores de un conflicto, sino negando a determinadas familias por pocas que puedan ser derechos fundamentales bajo la excusa de crear una nueva nación próspera y con raíces propias.
No se trata de mostrar constatando casos como el de Sabadell –«eres una españolita de mierda» se le decía presuntamente a la niña– que las aulas estén ardiendo en Cataluña, ni mucho menos puede señalarse que exista un problema generalizado, más allá estamos hablando de una comunidad paradigma del «seny» y de la convivencia pacífica, pero ello no debe ser justificación para que pueda darse la espalda a los derechos de cualquier minoría para no contravenir una determinada corriente sociopolítica. Algunos conocidos dirigentes de Ciudadanos y sobre todo del PP saben lo que es callar tras recoger al niño en la escuela.
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