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La Razón
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La lengua, más concretamente la semántica, sufre el asedio por tierra, mar y aire de las hordas de la intolerancia, legiones del animalismo y falanges de feministas que ni siquiera respetan a su congénere María Moliner, autora del mejor diccionario de uso del español cuando ser mujer sí constituía una rémora casi insalvable. No se puede, por consiguiente, aludir a la célebre fábula de Samaniego («El zagal y las ovejas» es su título original) para explicar el estado en el que se habrá quedado el precandidato Sánchez al confirmarse las intenciones de la precandidata Díaz. ¿Cómo tirar del recurso facilón de «Pedro y el lobo» (¡¡la loba para más inri!!) sin ser devorado por una manada de hienas defensoras de la corrección política? Lo que no colaría en ningún caso, es eso de la piel de cordero: estando en Antequera, a la doña se le aprecian los colmillos desde Barbate. Pero no deja de ser cierto que de tantas veces como se advirtió sobre las intenciones de la presidenta de la Junta de asaltar Ferraz, nunca patentizadas hasta ahora, su contrincante principal ha ido relajando las precauciones e incluso albergaba el anhelo de un último retraimiento. Pues no: ahora sí que ha cogido el AVE (otra analogía manida) y va con intención de comerle la merienda, posiblemente con la colaboración, o quizás no, del tercer apellido común del cartel, ese López que asegura ser vasco pero que lleva unas cuantas semanas parado en el rellano al galaico modo, sin saberse si sube o baja la escalera. «The future’s not ours to see», dice la canción. Pero el pasado sí, y pueden jurar que hace mucho tiempo que los cabezas de huevo de San Telmo se arrepintieron de haber elegido como testaferro para obstaculizar a Madina a «ese chico tan alto y tan guapo de Madrid».