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Estos españoles...

La Razón
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Lo escribe don Pedro Sáinz Rodríguez en «Testimonio y Recuerdos». El Papa Pío XI no sentía simpatía alguna por España y los españoles. A los cinco mil que acudieron a Roma a la boda de Don Juan y Doña María en plena Segunda República, los maltrató. Fueron hacinados en un patio interior del Vaticano y retrasó su presencia más de cuarenta minutos. Al fin se abrió una ventana, Pío XI apareció, no pronunció palabra alguna, bendijo a la masa y fuese. Mi abuelo, don Pedro Muñoz-Seca, católico profundo, lo dejó escrito en un decepcionado epigrama no lejano al humor: «Vengo de tierras de Dios/ tan humilde y tan cristiano,/ que en mi casa, al “waterclós”/ se le llama “El Waticano». Un documento redactado por Saínz Rodríguez sacó de sus casillas a Su Santidad. Terminado de leer, tiró las gafas al suelo –donde se rompieron–, y exclamó furioso en pleno ataque de ira, que era pecado mortal para todos los católicos excepto para él: «¡Estos españoles los azules y los rojos! ¡Una gente violenta e insoportable!». Ya habían sido calcinadas muchas iglesias y ardido en la hoguera, mutiladas, centenares de obras de arte sacro, cuando Su Santidad metió en el mismo grupo a los que quemaban las iglesias y a quienes las defendían. Además, que muchos de los defensores de los lugares sagrados no eran azules, sino simplemente españoles que creían en Dios más que el Papa. Pero no erraba del todo Su Santidad en su acusación de violencia.

La primera Teniente de Alcaldesa –que así estimo correcto escribir su cargo–, del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, ha escrito que participó pacíficamente en el asalto a la capilla Universitaria sin ánimo de ofender ni faltar el respeto a los creyentes. Sucede que «in video véritas», todo está grabado. Su despelote y su pacífico grito de «¡Arderéis como en el 36!» No obstante, la Alcaldesa de Madrid ha salido en su defensa con una declaración sorprendente: «Rita Maestre está imputada por una acción feminista. Tiene un clarísimo sentido de la tolerancia. Lo veréis porque seguirá como portavoz del Ayuntamiento de Madrid».

Aceptemos como bueno, es decir, «como una acción feminista» el hecho de quedarse medio en porretas en una capilla. Con todos los respetos para las «acciones feministas» se me antoja una ignominia, una vileza y una –esto es lo peor–, estupidez. Además, que la mitad de los asaltantes eran varones, lo cual desautoriza la interpretación de la Alcaldesa. Pero gritar «¡Arderéis como en el 36!», recordando la quema de iglesias y conventos en Madrid, por mucho que lo intento, no es grito ni deseo cercano al respeto y al clarísimo sentido de la tolerancia. Para mí es un desahogo profundamente violento y amenazador que no admite segundas interpretaciones. Y hay que ser coherente y responsable. Se desnudó, asaltó la capilla, amenazó a los que allí rezaban, advirtió de la futura transformación de los cuerpos de los cristianos en hermosas hogueras, y se fue a celebrarlo en compañía de otros energúmenos cuando consideró que la ofensa estaba sobradamente cumplida. Según «Podemos», la imputación judicial es motivo de automática dimisión o cesantía. Pero no. Allí sigue Rita Maestre, en el ayuntamiento, sentada junto al de las mutilaciones de Irene Villa, las bromas con los cadáveres de las niñas asesinadas en Alcasser y las cenizas de mil judíos reunidas en el cenicero de un «Seiscientos».

En España se escribe que una mujer fea es fea, y se arma la de San Quintín. Pero nadie de la izquierda violenta exige que la violencia de izquierdas sea sancionada. Resulta muy triste que la ira contra España de muchos españoles venga de un tal Sánchez. Susana Díaz, la esperanza de la izquierda tolerante, se ha retratado y ha salido muy movida. El problema es que vamos camino con el «progresismo» a la España nada amada por un Papa que no quería a sus hijos por igual y no le faltaba razón. «¡Estos españoles son insoportables!».

Y tontos. España no nos merece.