Toni Bolaño
Exabruptos al borde de la idiotez
Artur Mas es inasequible al desaliento. Ante las advertencias empresariales emula a los críos pequeños jugando al escondite. Se tapa los ojos como mejor fórmula para camuflarse ante las voces que alertan de los peligros de un camino de final incierto. Para contrarrestar al mundo empresarial, cada día más nervioso, se ha puesto bajo su mantra. «Tan respetable es su opinión –de los empresarios– como las de millones de personas que quieren votar». No hay peor ciego que el que no quiere oír. Juan Rosell, el presidente de la CEOE, pidió diálogo entre gobiernos y afirmó que la independencia causaría un destrozo «en las relaciones humanas y económicas». En ningún momento se cuestionó la consulta. Los empresarios alemanes también pidieron diálogo para evitar llegar a una situación de inseguridad jurídica por la salida de Cataluña de la UE que conllevaría impuestos, aranceles y la renegociación de más de 150 convenios internacionales. Tampoco se les oyó hablar de consulta. Lo que si se oyeron fueron majaderías. Oriol Junqueras, el líder republicano, dijo que la UE no dejaría fuera a Cataluña «cuando él no es la UE» como le recordó Alfred Peters, portavoz de estos empresarios en el programa «Vespre a la 2» de TVE.
En su particular diálogo de besugos, Artur Mas ha pasado al contraataque refugiándose en el «Cataluña va bien». Ha dado datos sobre exportaciones, empleo, turismo e inversiones. Incluso de empresas alemanas que ha situado en 131 millones de euros. Seguro que los datos son ciertos, ahora. Lo que no está tan claro es que una vez abierta la caja de Pandora los datos continúen en positivo. La pregunta es ¿seguirán invirtiendo las empresas en Cataluña? ¿Podrán asumir nuestras exportaciones los aranceles que nos implantarán en la UE? ¿Las empresas extranjeras se mantendrán en una Cataluña con un nuevo estatus? ¿Serán capaces las empresas de crear empleo cuando aumentarán sus costes?
A estas cuestiones, no hay respuestas. Más bien insultos o mentiras. Quién ose plantearlas es un agitador del miedo, cuando no un fascista que se niega a aceptar una democracia basada en una –supuesta– legitimidad histórica como excusa para saltarse la ley. O algo peor. Josep Huguet, conseller con el tripartito, compara a los empresarios alemanes con la Legión Cóndor. El diputado Joan Tardá, en su twitter se esmeró: «Penoso que directivos de empresas alemanas, enriquecidas gracias al nazismo, critiquen el nacionalismo catalán». Cuando no hay argumentos, ya se sabe, exabruptos al borde de la idiotez.
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