Alfonso Merlos

Falta de categoría

La Razón
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Que Manuela proclamase que le gustaría que el Orgullo Gay se convirtiese en historia de Madrid y acto seguido anunciase que daría la espalda a las Fiestas de la Virgen de la Paloma fue definitivo, rotundo. Es absolutamente respetable que la señora Carmena, vecina de Madrid, se ausente de la misa o la procesión o la bajada del cuadro (o que no participe en La Cibeles en la celebración de los títulos del Real Madrid). Pero es enteramente injustificable que eso mismo lo haga la alcaldesa de la capital. ¿Se entiende? El cargo trasciende a la persona; y ésta le debe un respeto a aquél.

La jueza de la camiseta morada comprende la jugada a la perfección. Pero es un gesto más (¿cuántos van ya?) que evidencia que los nuevos mesías de la democracia española y la tan manida regeneración adolecen de falta de categoría, decoro, de sentido institucional y de Estado; y que, por supuesto, sólo consideran válidas las costumbres o tradiciones populares cuando desde su extremismo ideológico les cuadran. Cuando les crean distorsión las repudian, ignoran o silencian.

Ya lo señaló en su día el nuevo regidor de Santiago, Martiño Noriega, al ausentarse de la ofrenda al Apóstol en la Catedral. Y lo hizo probando dos cosas: que desconoce la legendaria ciudad que gobierna o, quizá peor, que es un borrico que se automargina de los grandes y seculares fastos que movilizan con júbilo y ardor a sus conciudadanos.

Así es la nueva hornada de políticos antisistema, jóvenes o no. De una piel extraordinariamente fina cuando se ven rozados sus intereses o sus gustos, pero soberanamente faltones cuando se ventilan los de las mayorías. Cosas, como ya describió hace dos siglos Schopenhauer, del pensamiento único.