Lucas Haurie
Familia Perales
Eran fuegos de artificio, maniobras de distracción o tal vez esas agrias discusiones matrimoniales por el color de las cortinas sin perder el acuerdo en lo importante. Los hagiógrafos de José Antonio (¡¡presente!!) Griñán quisieron presentar la lucha intestina en el PSOE andaluz como un intento de regeneración. Periclitadas por groseras las maneras de Zarrías en Jaén y del clan de Alcalá en Cádiz, un intelecto superior como el del presidente se empeñaba en la misión de adecentar el socialismo sin desengrasar del todo la máquina electoral. Naranjas de la China, o sea, un mojón, porque para empezar ninguna limpieza cabe donde mandan dos ni-nis de contumaz analfabetismo, Platero de Moguer y Tanquecito de Triana. El destino de los millones del Plan Bahía nos demuestra que el apartamiento de los Perales (y Aídos asociados) del manejo de las listas y las peleas con González Cabaña por la secretaría provincial de Cádiz eran toreo de salón, duelos con balas de fogueo o teatrillo para guardar las apariencias de un cierto disenso orgánico mientras se consensuaba lo sustancial: que la pasta tenía que ir a parar a las cuentas de la familia, vale decir La Famiglia, porque estos dineros son distraídos con destino ignoto, según confesión grabada de un consigliere. «Puede ser para los niños saharauis o para carteles de Felipe González». Lo que es seguro es que no se utilizan para reactivar la economía de ninguna zona deprimida, eso lo pueden jurar. Con la de bocas que hay que alimentar en el partido, va a ponerse uno a pensar también en los parados.
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