Alfonso Ussía

Fantasmas

La Razón
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He leído en ABC un divertido reportaje dedicado a los fantasmas que habitan palacios y castillos. Charlton Heston aseguró haber visto a una mujer en el castillo de Belmonte durante el rodaje de la película «El Cid». Y su actual propietario, Javier Fitz-James, reconoce que dormir en soledad en Belmonte resulta pavoroso. La mujer que vio Heston es Eugenia de Montijo, muy aficionada a dar sustos. También se aparece en los pasillos del Hotel Du Palais de Biarritz, su viejo palacio. No le gusta que lo hayan convertido en hotel de lujo, y zancadillea a los clientes cuando estos acuden a sus habitaciones a descansar. El fantasma más famoso del norte de España es el de los Narros en Zarauz. Y el más ruidoso, el de los Trenor en Sardañola. El antepasado fantasma de los Trenor rompía una vajilla cada dos por tres, hasta que sus descendientes decidieron bloquear su perversa y destructora costumbre. Retiraron las vajillas que habían sobrevivido y las sustituyeron por una de «Duralex», prácticamente irrompible. El fantasma se indignó al comprobar que aquellos platos no se rompían. Rebotaban en el suelo, y con un cabreo monumental abandonó el castillo de Sardañola en pos de otros muros más acogedores. En Comillas, en La Rabia, se alza una de las casas más sublimes de Cantabria. La de Adela Güell. Se aparece un paje, una mujer vestida de hombre, aunque lleva años sin intentarlo por las broncas que recibe de las dos niñas de la casa, Adela y Victoria Bernar Oriol. En su última aparición, tropezó en las escaleras al oír a Victoria, y se perdió en el lago de la ría, que hace allí un remanso para patos y melancolías. Ahí sigue, en la ría, tiritando, sin atreverse a recuperar sus aposentos. El fantasma de Ezcaray, en la gran casona de los Roca, se limita a tirar de la manta de las camas ocupadas por los invitados. Pasé tres días en aquella casa estupenda y el fantasma tuvo la delicadeza de dejarme sin manta en una sola ocasión. Se ríe cuando lo hace. También tienen fantasma los Tamarón en su precioso castillo de Arcos de la Frontera, pero se trata de un fantasma soso, sin personalidad, tímido. También está inscrito en el registro de fantasmas, el del palacio de Monterrey, en Salamanca, que ulula por las noches, y ha conseguido que el actual duque de Alba tenga todo el pelo blanco. Los Llobregat cuidaban con esmero a su fantasma de «Zuloaga Aundi», en Fuenterrabía, al que permitían pernoctar fuera del grandioso caserío una noche cada año. La noche del día de las regatas de Traineras en La Concha donostiarra. Le dejaban en una bandejita cinco mil pesetas y el fantasma dormía en el Hotel de Londres y de Inglaterra. Era un fantasma tan honrado, que si le sobraba dinero, lo depositaba en la misma bandeja con los comprobantes de sus gastos. Por lo demás, era un fantasma educadísimo con una sola obsesión. Enderezaba los cuadros y los grabados si estos se inclinaban más de lo debido.

Mi familia también ha tenido su fantasma. Mi bisabuela materna, la marquesa viuda de Aldama, se aparecía en su palacio de La Moraleja. Cuando el palacio se derribó para construir el chalé del golf y la familia perdió el dominio del campo, mi bisabuela se trasladó a su piso de la calle de Jorge Juan, en el que hoy habitan la Infanta Margarita y el duque de Soria, y como siempre fue monárquica a ultranza, apenas da la lata. Su última aparición se remonta a 1986. Pasó junto a la Infanta y le dijo: «Abríguese que hace mucho frío en la calle, Señora». Porque a mi bisabuela le encantaba pasear y entrar en las tiendas del barrio.

Uno de los pocos casos de fantasma de piso. Los fantasmas no gustan ni de los pisos ni de los chalés adosados, ni de las nuevas construcciones. Los fantasmas españoles son muy esnobs, y si una familia noble vende su propiedad a un nuevo rico, el fantasma se muda inmediatamente. Prefieren una familia bien venida a menos, e incluso una familia mal ida a peor, que una familia enriquecida recientemente. Ahí coinciden con el pobre fantasma de Canterville, de Oscar Wilde.

Interesante texto. De nada.