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Fe de erratas
El tan olvidado como inolvidable Jaime Campmany siendo prolijo era un rastreador de erratas. A un político experto en naderías impertinentes, le calificó de «tonto intenso», calibrando la persistencia de su tontuna. En su periódico apareció «tonto intonso» y don Jaime estuvo por reclamar una fe de erratas pero pensándolo mejor estimó que, tras sin pelar, la segunda acepción de intonso (ignorante, rústico) mejoraba el calificativo, y lo dejó correr. En los periódicos de linotipias y plomo fundido las erratas eran la sal de la publicación y las hubo memorables por desidia o mala leche. En «Arriba», órgano oficial de la dictadura, se publicó la fotografía de un convoy de tracción a sangre avanzando su carga por las faldas andinas, con el siguiente pie: «Ante el Palacio de El Pardo, Franco y sus ministros posan antes del Consejo». Junto a ella aparecía la foto de Franco y su Gobierno con el pie cambiado: «Recua de mulas en el altiplano boliviano». Las nuevas tecnologías de la información han multiplicado los errores y han desterrado las entrañables erratas. Es más: la tradicional Fe de erratas en la que se cantaba la palinodia ha desaparecido. En una cena de carretera otros dos grandes entre los preteridos del oficio con el que se envolvía el pescado, como Horacio Saénz Guerrero y Carlos Luis Álvarez (Cándido), recopilaron ante este aprendiz una colección de erratas desopilantes desoyendo mi ruego de que las publicaran en un libro. Horacio dirigía «La Vanguardia» y dio cumplida atención a lo que era la boda del año en Cataluña. Tras la inacabable lista de ilustres invitados el periódico felicitaba a los contrayentes deseándoles «...una dicha larga y duradera». Pero en vez de dicha se leía «picha», para jolgorio de Barcelona y desesperación de don Horacio. Un redactor publicó que un peatón se había matado cayendo a una zanja de cuatro metros de altura, y Cándido le reconvino: «Será de profundidad». Le replicó ufano el neófito: «Es que yo escribo desde la perspectiva del muerto». Brutal errata (maliciosa) la del B.O.E. sobre el «Conejo General del Joder Judicial». En la bulliciosa Valencia que hace del estruendo un monumento lúdico el alcalde nacional-populista ha prohibido los tres toques de oración a las campanas de las iglesias por exceder los decibelios municipales. No será un tragacuras pero su calificación es la de la errata de Camp-many: tonto intenso. Joan Ribó es otra errata más.
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