Ángela Vallvey

Floración

La Razón
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Vivimos tiempos de afloramiento, no sólo de floración (primaveral). La tan presumida transparencia, además de un noble deseo político, es un ejercicio de desvelamiento propiciado por el signo de los tiempos. Se han juntado la tecnología y la crisis económica para hacer posible lo que podríamos denominar una «turbia transparencia», que todo lo aclara a la vez que lo empaña, como agua sucia que cayera incansablemente del cielo.

Cuando el dinero lubrica y engrasa los engranajes de la política, la economía y la sociedad, todo está tranquilo. Cuando la escasez del vil metal reseca los conductos de la vida –pública y privada–, los colectores se atascan, las cloacas emergen y hasta los acueductos se transforman en desagües.

Vivimos inmersos en una catarsis de filtraciones que parecen purificaciones cuando, en el mejor de los casos, son ajustes de cuentas. La última revolución tecnológica está haciendo posible el pirateo informático de todo tipo de secretos de una forma sencilla, barata y detallada. Ya nada está seguro, se acabaron los escondites, las confidencias, los misterios, las guaridas inviolables... James Bond ha sucumbido, los espías ya se pueden ahorrar todas esas nerviosas carreras de coches, viajes exóticos y ligues interesados. Ha pasado el tiempo de las sensuales agentes en minifalda exhalando humo provocador entre el carmín tentador de sus labios. Un adolescente granujiento hábil con los códigos virtuales puede reventar la caja fuerte y negra, donde guarda sus más onerosos secretos y confidencias, el banco más subrepticio o la persona más poderosa del mundo.

Despertamos cada día con una noticia de impacto. Se descubre que Fulánez hizo tal y Zutánez esto y lo otro. El buen ciudadano crédulo ignora que el origen de tales exclusivas no procede de la investigación periodística, sino del pirateo informático, descarado y habitualmente delictivo. Pasó el tiempo de las «Gargantas Profundas», llegó el de las apropiaciones indebidas de contenidos, documentos y materiales de todo tipo, con fines lucrativos. Bienvenidos a la época de color hormiga, del juego sucio.

De aquí en adelante, cada vez será más difícil guardar secretos. Eso tiene una parte buena y otra muy mala. Nadie fíe su secreto, decía Calderón de la Barca. Pero hoy los secretos ya no se confían, se compran en un mercado negro virtual donde absolutamente todos tenemos un precio. No se escondan, si quieren que su cotización sea tan baja que no merezca la pena comprar, vender, desvelar su intimidad...