Ángela Vallvey
Francos
Una de las mejores operaciones de propaganda de la historia reciente se debe al franquismo. Consistió en apropiarse la bandera y la «idea» de España. El exaltado patriotismo nacionalista del franquismo terminó por convencer a los españoles de que España era la propiedad privada de Franco y sus seguidores. O sea: que España era un concepto, una entelequia franquista. Como si, antes de Franco, o después, España no existiese. Como si se la hubiera inventado ese señor bajito de voz aflautada y voluntad de hierro. El franquismo sometió a España a una privatización, más que nacionalización. La idea ha calado de tal modo en el imaginario español que, con el tiempo, a la imagen se le ha podido dar, lógicamente, la vuelta: y, ahora, se identifica a España con el franquismo con igual ligereza y automatismo con que, durante el franquismo, se identificaba a Franco con España. El resultado es terrible: parece no haber manera de sentirse español sin tener la sospecha de ser un poco «facha». Sucede de forma habitual, sobre todo, con las personas mayores. En relación a los más jóvenes, la mayoría es posible que no sepan bien ni quién era Franco ni qué es el fascismo (que no saben tampoco diferenciar del franquismo). Si bien sí están al corriente de que «fascista» es un insulto de primera categoría. Una injuria que, en ciertos lugares, se pronuncia «fachista» (adj. Despect. Del castizo «facha»). Suena igual de ofensivo. Porque nadie quiere ser fascista, ni fachista. El tercer término, pues, de esa cadena de lógica nada lógica es que desde España, pasando por Franco, saltamos al fascismo. De manera que España equivaldría a fascismo. A pesar de que el fascismo sea una corriente de derecha extrema... italiana. Todo sería algo más razonado si en vez de fascismo se hablara de falangismo (si se dijera que España es igual a falangismo, que sí es una ideología española, el disparate se entendería mejor), sin embargo estas cosas tan emocionales no siempre tienen mucho fundamento. España no solo ha aguantado a Franco sino que hoy mismo sobrelleva una leyenda negra que produce mitologías muy eficaces que la equiparan con un totalitarismo italiano trasnochado. En medio de este delirio se ha dicho, incluso, que «los Reyes Católicos eran fachas». Un país con tanta historia debería haber aprendido del pasado, conocerlo y saber analizarlo, sentimental y científicamente. (Pero no. Me temo. Y así vamos...).
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